Una explosión y una inmensa bola de fuego subió al cielo
Una fuerte explosión y una inmensa bola de fuego que subió hasta el cielo fue el preludio anteanoche, según testigos, del peor atentado ocurrido hasta ahora en Indonesia, que, de momento, ha causado 187 muertos y más de 300 heridos graves. El suceso ocurrió en la discoteca Sari de la ciudad de Kuta, en Bali, media hora antes de la media noche del sábado, en plena fiebre del fin de semana en esta turística isla. «Fue como si el cielo se cayera de repente; había cadáveres por todas partes y personas que deambulaban en estado de shock, mientras sus ropas ardían», relató a los medios australianos el turista estadounidense Amos Libby, que caminaba por una calle cercana cuando ocurrió la explosión. Casi simultáneamente se produjo otra explosión a un centenar de metros del consulado estadounidense de Benpasar, la capital de Bali, mientras que unas horas antes otra bomba había estallado en las cercanías del consulado filipino en Manado, en las vecinas islas Célebes, aunque ninguna de esas explosiones provocó muertos. El australiano Rick Elliot, que se encontraba de paso en Kuta antes de partir hacia el norte de la isla para hacer surf, manifestó a los medios de su país que entró en el local y a los pocos minutos escuchó un ruido atronador. «Segundos después estaba en el suelo y el techo se había caído», contó Elliot, que añadió que logró levantarse y salir del edifico mientras este se incendiaba. Después se encaminó directamente hacia el aeropuerto para tomar el primer vuelo hacia Australia. Otros tuvieron menos suerte, como los miembros de dos equipos de fútbol de la ciudad australiana de Perth, que siguen sin saber dónde están nueve jugadores que entraron en la discoteca. Los medios australianos informan de que al menos 40 australianos se encuentran entre los muertos. La lista de fallecidos del hospital Sanglah de Denpasar, donde se han llevado a la mayoría de las víctimas, incluye a cuatro australianos, dos británicos, una ecuatoriana, un sueco, un neozelandés y dos singapureses, en un cuadro incompleto por las dificultades para identificar a los cadáveres, algunos de ellos completamente carbonizados. La onda expansiva de la explosión afectó a los edificios de un kilómetro a la redonda y la discoteca desapareció.