Las protestas a favor de Navalni podrían reventar el régimen de Putin
Washington ha lanzado un ultimátum al Kremlin y la UE amenaza con nuevas sanciones
«El principal adversario político del Kremlin, Alexéi Navalni, «está en prisión, como cerca de once mil personas detenidas (...) hasta los periodistas son ahora golpeados y encarcelados, la presencia o ausencia de abogados no afecta al resultado de los casos. Este es el resultado de la breves protestas invernales en Rusia y ahora las movilizaciones se han pospuesto hasta la primavera o el verano», escribía el viernes el periodista Antón Orej en la web de la radio Eco de Moscú, uno de los no muchos medios de oposición que quedan todavía en el país.
Efectivamente, el equipo de Navalni ha desconvocado las manifestaciones que había previsto para el domingo debido a la gélida ola de frío polar que acaba de entrar desde el Artico y para evitar que se desate de nuevo un aluvión de arrestos, brutalidad policial y hasta torturas, según han denunciado los partidarios del líder opositor en Moscú y en algunas regiones de Rusia.
Los detractores del régimen, no obstante, advierten de que las protestas irán aumentando a medida que se acerque el otoño, cuando deberán ser convocadas las próximas elecciones parlamentarias, si continúa la tónica de excluir de las listas a los candidatos críticos con el poder. Los procesos pendientes contra el principal dirigente opositor del país también podrían provocar nuevas manifestaciones. Washington ha lanzado un ultimátum al Kremlin para que libere a Navalni bajo amenaza de decretar nuevas sanciones y la Unión Europea podría aplicar medidas de la misma naturaleza. La viabilidad del gaseoducto Nord Stream-2, para transportar carburante ruso directamente a Alemania, podría peligrar. El Kremlin ya tuvo que afrontar en el invierno de 2011-2012 multitudinarias protestas por el pucherazo en las legislativas y 2019 fue también un año conflictivo para Putin. Sin embargo, esta vez, la repulsa que generó el envenenamiento de Navalni, el pasado verano en Siberia, su detención nada más regresar a Rusia tras recibir tratamiento en Alemania y la sentencia a dos años y ocho meses de cárcel dictada el pasado martes, de un caso que ya quedó cerrado en 2014 con una condena de prisión condicional o suspendida, ha hecho aflorar una corriente de simpatía y solidaridad hacia Navalni que va más allá de sus habituales partidarios. A las manifestaciones de los pasados 23 y 31 de enero acudieron centenares de miles de personas.