El candidato de izquierda recibe como herencia una economía maniatada
El virtual presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, heredará una economía maniatada por compromisos con el FMI y una enorme deuda pública que le dejará muy poco espacio para cumplir en el mediano plazo sus promesas de ayudar a una población empobrecida y ansiosa. Después del cuarto intento, este ex trabajador asalariado consiguió ayer domingo la presidencia de la undécima economía del mundo y uno de los modelos de esquemas económicos neoliberales iniciados en los años 90. A juzgar por las circunstancias y por las propias palabras del líder socialista, no se esperan grandes sorpresas en su gobierno que comenzará el uno de enero y los cambios serán negociados en el Congreso, donde no tiene mayoría. El triunfo ya fue dado por descontado después de la primera vuelta electoral, celebrada el 6 de octubre, por los mercados financieros que han terminado aceptándolo a regañadientes. Aunque sin mayor precisiones, Lula ha delineado ideas que coinciden con lo que los economistas llaman el «sentido común», por lo que es previsible que su gobierno de orientación social tendrá que convivir con las aspiraciones del libre mercado y del FMI, tutor y soporte del modelo económico brasileño. El esquema vigente en Brasil desde hace ocho años se basa en el mantenimiento del altas tasas de interés que atrajeron capitales internacionales, utilizados para anclar la moneda, el real, como eje de la política antiinflacionaria. En contrapartida, la economía tiene un magro crecimiento de 2,5 por ciento anual en promedio y la deuda pública, una de las más grandes del mundo se ha elevado hasta 250.000 millones de dólares. Ahora las miradas se han trasladado a la conformación del equipo de gobierno y se abre un compás de espera hasta que anuncie desde la Presidencia revele sus primeras medidas. Respeto a los compromisos Las promesas de respetar los compromisos financieros del país, mantener las metas de inflación y de superávit y austeridad fiscal, han calmado a quienes lo rechazaban con pánico. Según anunció el sábado, una de sus primeras gestiones será impulsar una reforma tributaria que deberá estar concluida en el segundo semestre del 2003. Respecto al dólar, que ha llegado valer cuatro reales y tiene una depreciación acumulada de 40 por ciento en lo que va de año, ha confiado en que la tendencia se revertirá. Ahora tiene en su la decisión de utilizar o no 24.000 millones de dólares otorgados por el FMI para fortalecer las reservas internacionales y soportar el real. Según el Banco Central, el 40,67 por ciento (68.000 millones de dólares) de la deuda interna está atado a la variación cambiaria. Además, cada vez que el gobierno emite deuda nueva para pagar compromisos viejos debe pagar mayores tasas de interés. El 41% de estos papeles vencerán en los próximos 12 meses, en las manos de Lula, principal interesado en restablecer la confianza de los inversores. Si el tipo de cambio y los intereses se mantienen en ascenso el costo de refinanciar esa deuda será cada vez mayor, lo que echará por tierra los esfuerzos por mantener un superávit fiscal destinado a pagar esas cuentas y a ejecutar inversiones sociales.