El fin de la ‘era Merkel’ siembra en la UE incertidumbre y abre paso a Macron
La canciller alemana deja un legado de claroscuros en la gestión de crisis y un vacío que quiere Francia
Es la última epifanía de Angela Merkel. Abrazar la idea del endeudamiento conjunto para superar el envite del coronavirus, frente a aquella receta de austeridad que impuso en la anterior recesión, y que alentó con esa imagen adulterada de la realidad —el norte trabajador y el sur derrochador— que todavía acarician acólitos como el holandés Mark Rutte.
En el momento más crítico para Europa, con riesgo casi de implosión por culpa de un virus, ella ha estado ahí. Y abanderando el mantra de ‘o todos o ninguno’. Un arbitraje decisivo que permite hoy a la UE contar con el mayor paquete de ayudas jamás activado: 1,8 billones de euros, con el ‘Next Generation’ y el presupuesto plurianual hasta 2027. Es su gran legado final.
Con él (y el paso del tiempo) ha conseguido diluir los recelos que se extendieron por Europa hacia su figura por una actitud ‘pasivo agresiva’ en las crisis financiera y de deuda que estallaron a partir de 2007, la intransigencia que exhibió con Grecia y el rigor en el endeudamiento que impuso a los países del sur. Lo dicho, una revelación.
Merkel ha sido la «canciller de todas las crisis». Muchos ejemplos en dieciséis años. Pilotó inflexible (aunque como el resto acabó extenuada) el ‘brexit’. Antes había conseguido un pacto de alfileres con Vladímir Putin en el conflicto de Ucrania, que vivió uno de sus momentos más críticos con la anexión de Crimea. El líder ruso llegó a decir de ella en 2016 que le transmitía «confianza». Una actitud conciliadora que, dicho sea de paso, no ha evitado la cascada de agravios, espionaje y desinformación ‘made in Rusia’ que aún hoy tensionan las relaciones de la UE con el Kremlin.
En este suma y sigue de las crisis, la de la inmigración de 2015 mostró a una Merkel más humana. Decidió no cerrar las fronteras del país a los refugiados sirios. El movimiento le granjeó admiración internacional, pero también críticas muy duras en su país y el refuerzo del papel político de la extrema derecha. Se le reprocha ser poco proactiva con la transición climática y que ha sido remolona con el proyecto de integración política europeo. También varios episodios en los que Alemania ha antepuesto sus intereses nacionales, como el gasoducto Nord Stream 2.
Todo figura en el currículo de esta mujer de 67 años considerada por muchos la más poderosa de Europa. ¿Su modus operandi? Escuchar con la paciencia de Job todas las opiniones, realizar un complejo ejercicio de alquimia y presentar como solución final un elixir aceptable. «Cuando estamos estancados (en las cumbres), ella lanza una idea y arrancamos nuevamente. Con frases simples recuerda a la gente lo que es importante», dice de ella Ursula von der Leyen.
Pero europeísta convencida a las claras, sólo al final. «Debemos ser solidarios para cambiar sustancialmente Europa con el objetivo de preservarla», dijo en el Parlamento Europeo en julio del pasado año, en vísperas de aquella negociación de cuatro días con sus noches que permitió gestar el fondo de recuperación.
La ‘madre’ de Europa
Con claroscuros y paso firme, Merkel ha sido un pilar para la estabilidad de la UE. Y su marcha deja un vacío inquietante. Sobre todo porque hay otros polvorines internos, como el del respeto al Estado de Derecho, que no se sabe por dónde saltará con Hungría o Polonia. La protegida de Helmut Kohl comenzó teniendo una imagen gris de sobriedad y predictibilidad. En 2005 se convirtió en la primera mujer que asumió la Cancillería y la primera figura política que lo conseguía procedente de la antigua Alemania del Este. Pausada en el discurso y en la acción y sin carisma evidente. Pero conducir el timón en las turbulentas aguas de la UE le ha otorgado una imagen de ‘madre’ y gran estadista, y reforzado la de su país, que se ve como potencia en la que confiar.
¿Quién o cómo se llenará el vacío que dejará Merkel? Hay dos variables a tener en cuenta: que Emmanuel Macron pretenda aumentar su influencia si el nuevo canciller no está a la altura de su predecesora y dónde se apoyará Von der Leyen, catapultada al cargo por la propia Merkel.
Que la canciller pueda asumir un puesto de liderazgo en las instituciones europeas es una opción también barajada en Bruselas.