Desaires y portazos
El 5 de agosto pasado, el canciller Gerhard Schröder tuvo un gesto valeroso y visionario que le ayudó a ganar las elecciones pero que envenenó sus relaciones personales con el presidente de EE.UU., George W. Bush. Ese día, Schröder inició hizo una promesa: «Alemania no participará en una guerra contra Irak», dijo el canciller. Tres meses después, Bush se ha negado a reunirse con Schröder durante la cumbre. Asimismo, la OTAN ha dado la espalda a los presidentes de Ucrania, Leonid Kuchma, y Alexandr Lukashenko, de Bielorrusia, proscritos en Occidente por sospecha de contrabando de armas, asesinato, corrupción y abuso de poder. Ni Lukashenko ni Kuchma han sido invitados a la cumbre de la OTAN en Praga, y aunque el presidente ucraniano podría viajar a la capital checa para participar en una reunión de menor importancia, el líder bielorruso no tendrá siquiera visado.