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Boris Johnson no sabe qué puede hacer con el Brexit

Los beneficios de la marcha de la UE no llegan y sus perjuicios están ahora tapados por la magnitud de la pandemia de la covid

El primer ministro inglés en un mercadillo navideño de Londres. ANDY RAIN

Publicado por
León

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La división en el Partido Conservador británico es el origen del Brexit y, un año después de su consumación, la fuerza política que más tiempo ha gobernado el Reino Unido está de nuevo dividida. Los partidarios más radicales de la marcha de la Unión Europea insisten en que el futuro puede ser maravilloso, aunque reconocen que el inicio no es un camino de rosas. Y ahora puede empeorar. Los aduaneros británicos permitieron la entrada de mercancías en su país con mínimo o nulo control en el inicio del gran cambio. Eso acaba este 1 de enero de 2022 —es decir, el sábado—, cuando se exigirán declaraciones aduaneras y sobre origen de la carga, además del pago de aranceles cuando corresponda.

En julio se introducirán también controles sanitarios y fitosanitarios de animales y plantas.

El precedente invita a no ser pesimistas. No se cumplieron los augurios del propio Gobierno sobre la formación de colas de miles de camiones en los accesos al puerto de Dover cuando la UE estableció sus controles. La mayoría de los exportadores británicos, importadores comunitarios y transportistas, en particular las grandes empresas, estaba preparada. La cifra de camiones que han atravesado en ferri el canal de la Mancha es un 2,4% menor que en 2020, según el Puerto de Dover.

El descenso es del 6% en los trenes de Eurostar. Pero, según John Springford, del Centro para la Reforma Europea (CER), el comercio británico de mercancías ha perdido este año entre el 11% y el 16% de su potencial por la salida del mercado común y de la unión aduanera. Los datos del sector de Alimentación y Bebidas avalan esas cifras. Sus exportaciones han caído un 15,7% (-23,7% a la UE) con respecto a niveles prepandemia. La industria española de componentes de automóvil exporta al Reino Unido un 32% menos de lo que hacía en 2019. Cientos de compañías británicas han creado sedes en la UE y un número menor se ha desplazado en la otra dirección. La economía británica sigue siendo atractiva. Según el Barómetro de la Inversión Española en Reino Unido, publicado por la Cámara de Comercio Hispano-Británica, las empresas siguen considerándola como un destino atractivo. Reforzar su innovación se cita como motivo principal. Recientemente, el gigante energético Shell ha trasladado su sede corporativa de Ámsterdam a Londres. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR), que analiza la evolución de la hacienda pública, pronostica una pérdida de Producto Interior Bruto potencial del 4% en el medio plazo.

El daño del Brexit en la economía será el doble que el causado por el virus y éste tendrá efecto en el corto plazo. Pero los defensores de la marcha de la UE confían en el futuro.

contribuciones a la ue

El Brexit prometía el ahorro de las contribuciones a la UE, ahora sumergidas bajo el enorme gasto de la pandemia. El fin de la libertad de movimiento es sobretodo una cuestión identitaria, pero ha agravado trabas logísticas y de personal en la recuperación de este año. La ambición de abanderar el libre comercio en el concierto mundial, liberados de los límites proteccionistas de la Unión Europea, se mantiene viva. El último tratado, firmado con Australia, ha llamado más la atención que otros por ser el primero, tras el de Cooperación y Comercio con la UE, que se ha negociado desde cero. Los otros setenta son en su mayor parte copias de los que esos países tienen con Bruselas. Pero el gran reclamo del Brexit es un acuerdo amplio con Estados Unidos. Ni Donald Trump ni Joe Biden le han dado prioridad.

El aniversario llega con el vigor de la pandemia en alza, derrotas electorales en feudos conservadores y malestar por las reuniones aparentemente ilegales que se celebraron en Downing Street en los días tensos del final de 2020. Un amplio grupo de diputados critica la dirección del Gobierno y las medidas «coercitivas», en palabras del dimitido negociador del ‘brexit’, David Frost.

Annabel Denham, del Instituto de Asuntos Económicos (IEA), influyente grupo de estudios asociado al ‘thatcherismo’, advierte del riesgo de que, «una vez recuperado el control, los políticos usen sus nuevos poderes para agrandar el Estado». Critica «la debilidad de Boris Johnson por los proyectos grandes y caros». La ambición es un Reino Unido que se aparta del mercado social europeo, una «Singapur del Támesis» con menos regulaciones e impuestos.

El ‘brexit’ vuelve a dividir a los conservadores. Una alianza de nacionalistas liberales, que veía la marcha de la UE como la cristalización del proyecto de Margaret Thatcher, y de habitantes de ciudades laboristas, desindustrializadas y degradadas en las últimas décadas, lo hizo inevitable votando a Johnson en diciembre de 2019, y rompiendo así el bloqueo del Parlamento. El líder ecléctico quiere preservar esa alianza, con aspiraciones quizás incompatibles. Para The Economist , los problemas de Johnson se derivan del estancamiento de su Gobierno: «Como todo buen revolucionario, creía que problemas intrincados podrían resolverse con pura voluntad».