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Alexéi Navalni, un año en la cárcel y de involución democrática en Rusia

Envenenado con una arma química, el opositor pide a los rusos que no dejen de protestar

Imagen de Navalni en una pantalla del Parlamento Europeo. OLIVIER HOSLET

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EFE

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El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, fue encarcelado hace un año, doce meses en los que el Kremlin ha endurecido hasta límites insospechados la campaña de represión contra la oposición democrática, las organizaciones de derechos humanos y la prensa libre, condenando a muchos disidentes al exilio. «Hace justo un año regresé a casa, a Rusia. No pude dar un solo paso en mi país como una persona libre. Me arrestaron antes del control de pasaportes», escribió Navalni en un blog publicado este lunes por la emisora de radio Eco de Moscú.

Envenenado en agosto de 2020 con un arma química de fabricación rusa (Novichok), Navalni, que acusa del intento de asesinato a los servicios secretos rusos, regresó a su país tras varios meses de convalecencia en Alemania. En un plazo de dos semanas fue detenido, encarcelado y condenado a dos años y medio de cárcel. Comenzaba la odisea del enemigo número uno del presidente ruso, Vladímir Putin.

UNA ODISEA SIN FINAL

El propio Navalni, de 45 años, admite que no sabe cuándo concluirá lo que él llama «viaje espacial», ya que el pasado viernes supo que irá otra vez a juicio por un nuevo caso penal en su contra.

«Y en la cola aún hay otro (caso penal). Uno en el que soy un extremista y terrorista. Así que soy uno de esos cosmonautas (reo) que no cuentan los días hasta el fin de su condena. ¿Qué contar? Algunos ya pasaron 27 años entre rejas», señaló.

Con todo, el opositor, que convocó las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS y desafió al Kremlin con sonadas denuncias de corrupción y campañas de voto contra el partido del Kremlin, no lamenta «ni por un segundo» el camino emprendido. «Este es nuestro país y no tenemos otro. El único miedo que debe haber es a dejar que nuestro país sea saqueado por un puñado de mentirosos, ladrones e hipócritas. En Rusia hay mucha gente honesta, decenas de millones de personas. Son muchas más de las que se suele creer», señaló. Por ello, después de su primer año en prisión aseguró que puede decir «exactamente lo mismo» que gritó a aquellos que se concentraban junto al tribunal cuando le conducían en el furgón policial.