La amenaza de las mafias persigue a los refugiados
Las oenegés alertan de que el flujo de desplazados y el caos son el caldo de cultivo perfecto para quienes trafican con mujeres y menores
Solo mujeres, niños y hombres mayores de 60 años. Ucrania retiene a los varones para que defiendan al país de la invasión rusa. Por eso es muy difícil encontrar alguno en edad de empuñar un fusil entre los miles de ucranianos que cruzan a diario la frontera con Polonia a través del paso de Medyka. Tural es uno de ellos. «Tengo nacionalidad de Azerbaiyán», explica aliviado. Ha llegado desde Kiev con su mujer ucraniana y sus dos hijos. El que Tural lleva en brazos apenas tiene unos meses de vida. «Nos gustaría ir a España, pero aún no sabemos si será posible. A pesar de todo, nos sentimos seguros porque vamos en familia. La mayor parte de la gente ha tenido que dejar a hijos, padres y esposos en Ucrania», lamenta.
Precisamente eso hace que entrar en la Unión Europea no suponga dejar atrás todo riesgo. «Todavía se está poniendo en marcha el sistema de acogida para los refugiados. El caos y el vacío en la supervisión son el caldo de cultivo perfecto para las mafias que trafican con personas, porque esta crisis es particular: es un éxodo de niños, niñas y madres», cuenta Francesco Cecon, especialista en protección de la infancia de Save The Children. «El principal peligro está en los transportes. Los refugiados no saben cómo moverse y eso los hace vulnerables».
Europa se ha volcado con los refugiados. Miles de personas de todos los países del continente han viajado a zonas fronterizas con material de todo tipo y la intención de facilitar el viaje de los ucranianos. Desde España se han puesto en marcha multitud de iniciativas que reflejan la solidaridad de la población, y en la frontera hay gente de todas las nacionalidades ofreciendo transporte gratuito. «Pero cabe la posibilidad de que entre esa gente bienintencionada se cuelen otros. Y nos preocupa que los traficantes aprovechen la situación», explica el portavoz del Acnur, Chris Melzer. No solo pueden actuar camuflados tras la sonrisa de quienes ofrecen servicios gratis. Cecon también subraya el riesgo que entrañan las multitudes y los despistes lógicos tras días de tensión y cansancio. «Afortunadamente, no hay muchos niños que viajen solos, pero se pueden dar momentos críticos en los que queden separados de sus familiares. Hay que analizar dónde y prestarles especial atención a ellos», señala. En Medyka y en la cercana estación de tren de Przemysl abundan ejemplos: madres que buscan aterradas a sus hijos tras haberlos perdido de vista cuando pedían información a voluntarios, y niños que quedan a la espera de sus familiares en unos minutos de peligro. Aunque sea para ir al baño. James Elder, portavoz de Unicef, comparte la preocupación por la trata, pero incide en que el trauma psicológico no va a ser un reto menor: «Ya ha llegado un millón de niños, de los cuales 700.000 están en Polonia. Hay que trabajar con los gobiernos para registrarlos y protegerlos, pero también para cuidar de su salud mental, porque han vivido situaciones horrorosas». Cecon suma otra necesidad más: «No sabemos cuánto va a durar la guerra, y la crisis humanitaria siempre se alargará más. Por eso, es indispensable que los niños continúen escolarizados».