¿Qué sabe Putin de cómo va la guerra?
Washington y Londres se coordinan para incidir en que se le oculta el alcance de su fracaso en Ucrania. «No tienen ni idea», dicen desde Moscú
«Los soldados rusos incumplen las órdenes, sabotean sus equipos y derriban accidentalmente sus propios aviones». Y Vladímir Putin no lo sabe. Jeremy Fleming, director de la agencia de espionaje electrónico de Reino Unido, realizaba estas declaraciones durante un discurso en Camberra (Australia), la madrugada del jueves en España. Con una profusión de detalles —poco habitual en un responsable del servicio secreto— contribuía a apuntalar una tesis que planea desde hace días como sospecha. Y que en una suerte de acción coordinada confirmaban tanto la Casa Blanca como el Pentágono: el presidente ruso está desinformado.
Cierto que ningún jefe de Estado conoce todos los pormenores de una campaña militar, pero la tesis central de Occidente es que vive una realidad paralela porque sus asesores le tienen miedo y no le cuentan toda la verdad. Y porque la grieta con su cúpula militar se ensancha a golpe de fracaso. Miedo a explicar al inquilino del Kremlin por qué el ‘ataque relámpago’ ha mutado en una guerra convencional que suma ya cinco semanas, por qué no se ha impuesto el claro predominio de sus tropas en las regiones ‘afines’ del Donbás, o por qué en todo este tiempo sólo hay una capital de provincia bajo control ruso (Jersón) mientras se produce el repliegue en Kiev o la machacada Mariúpol continúa resistiendo. Miedo a la verdad.
«Su ministro de Defensa no le ha informado de todos los detalles durante el último mes», aseguró John Kirby, el portavoz del Pentágono. Entramos en la segunda hipótesis. Y aquí la desaparición durante dos semanas de los focos —ilógico en plena invasión— del alto mando militar aludido, Sergei Shoigu, con una vuelta fugaz hace apenas cuatro días, está en los cimientos de la tesis central que difunden Washington y Londres. «Tenemos información de que Putin se ha sentido engañado por el Ejército ruso, lo que ha resultado en una tensión persistente con su liderazgo militar», ahondaba la portavoz de la Casa Blanca, Kate Bedingfield.
A partir de ahí entra en juego el argumentario. Que la moral del Ejército ruso no está en su nivel más alto, que sufre problemas logísticos desde hace semanas y también cierta descoordinación entre los mandos —con una pérdida de generales a un ritmo que se ha llegado a considerar inédito desde la Segunda Guerra Mundial— se evidenciaba en los mensajes de audio que se vienen interceptando a las tropas y que se han difundido en las redes sociales.
Así que asumiendo que Moscú subestimó no sólo la capacidad de resistencia de Ucrania si no también la respuesta en bloque de Occidente (apoyo militar, carga de sanciones, mecanismos de aislamiento), el argumento de que Putin viviría una ensoñación —no sabe o no quiere saber— sería un hecho. Lo que inquieta. «Si no tiene información de que las cosas van mal, cómo llegarán sus negociadores a un acuerdo. Y, otra cosa, no sabes cómo un líder así va a reaccionar cuando reciba las malas noticias», en palabras del portavoz del Pentágono.
Pero, aunque manido, conviene recordarlo: la información es una de las municiones clave de toda guerra. Y en todos los bandos hay cautivos de la desinformación.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, tardó ‘cero coma’ en arremeter contra Washington. «Ni el Departamento de Estado ni el Pentágono tienen información real sobre lo que está sucediendo en el Kremlin. Simplemente no lo entienden». Y extrajo (casualidad) la misma consecuencia: «No es sólo una lástima. Causa preocupación». Porque «un malentendido tan completo sólo conduce a decisiones erróneas, decisiones imprudentes que tienen muy malas consecuencias». La verdad es poliédrica.