Hotel Ucrania en un pueblo de Zamora
Catorce familias de refugiados de la guerra
Hay abuelas, madres, jóvenes adolescentes, sólo dos hombres adultos, una decena de niños y un gato y un perro como mascotas, los mismos inquilinos que puede tener como clientes cualquier hotel que admita animales de compañía.
Pertenecen a catorce familias distintas que no se conocían antes entre sí pero que tienen en común su huida de la guerra en Ucrania y de las bombas que caían a 4.000 kilómetros del hostal rural que se ha convertido en su nuevo hogar.
El hotel-restaurante Virgen del Viso de Villaralbo (Zamora) luce aún en su puerta las dos estrellas y el tenedor que acreditaban su nivel cuando estuvo abierto al público hasta poco antes de la pandemia. Ahora se ha reconvertido en una pequeña Ucrania en el alfoz de Zamora que da alojamiento a 27 personas e irradia vida a todo un pueblo.
Cuatro de sus habitaciones las utilizan como almacén de comida, ropa y enseres que les han donado y las otras quince esconden tras sus puertas historias desgarradoras de la guerra y huidas a la desesperada, en tres de los casos de mujeres solas.
Una de ellas es Natalya, que se encuentra a 4.100 kilómetros de la que fue su casa en Jarkov, a donde no tiene intención de regresar porque su territorio fue atacado por Rusia.
La situación que ha vivido ella y sus compañeros de grupo antes de asentarse en el gran hogar en el que se ha transformado el rebautizado como hotel Ucrania no es que sea muy triste, es «aterradora».
Esa matización la puntualiza Lutmila, una mujer de 60 años que ha llegado a Villaralbo con Kiryl, su nieto de 14, mientras que su hija y otro nieto, aún bebé, se han quedado en Ucrania.
Sobreponiéndose a los efectos psicológicos de vivir una guerra y verse arrancado de su hogar y de parte de su familia en la pubertad, Kiryl intenta hacer vida normal en Villaralbo, entrena con el equipo de fútbol local y asiste a clases en un instituto de Zamora.
Como al resto del pueblo, a los jugadores del CD Villaralbo, que milita en primera regional, les ha conmovido la guerra y han querido aportar su granito de ayuda.
Para ello, en el partido del pasado sábado cambiaron los pantalones de la equipación oficial por unos con los colores de la bandera de Ucrania y recaudaron fondos y alimentos para los hospedados en el antiguo hostal del municipio.
Con ello pretendieron dar «visibilidad a todo el cariño de un pueblo» que desde la llegada de los refugiados ha permanecido unido y ha colaborado en el día a día «con la premisa de favorecer su integración y dar respuesta a sus necesidades», ha declarado el presidente del club, Juan Ramón Saludes.
Esa afirmación la ha corroborado la concejala Lina Santos que, al margen de su labor institucional, tuvo la idea de reabrir el hotel para acoger algunos de los ucranianos que llegaban a España y junto a un grupo de amigas fundó la asociación «Villaralbo con Ucrania» para hacerlo posible.
Eso fue hace un mes y desde entonces las muestras de solidaridad no han hecho más que desbordar a las fundadoras de la asociación, como cuando pidieron una bicicleta para los niños del grupo ucraniano y en apenas unas horas se encontraron con la donación de casi una decena de bicis y triciclos o cuando una empresa de la zona ofreció puestos de trabajo a los exiliados.
Por el momento, el colegio de Villaralbo cuenta con nueve nuevos alumnos que asisten a clase y a la vez aprenden el idioma y cuatro de los adultos del grupo ya trabajan en una industria cárnica de ovino de un municipio vecino.
«Lo que está ocurriendo es algo importante, tú les ayudas, pero ellos también te dan más vida», señala otra de las promotoras de la asociación, Isabel Fradejas, que ha resaltado cómo la llegada del grupo ucraniano ha cambiado a mejor la vida del pueblo. Y la de los refugiados, al menos de momento.