Rusia dispara la tensión bélica con la anexión formal de las regiones ocupadas en Ucrania
Putin firma los decretos y anuncia que los ciudadanos de Jersón, Lugansk, Donetsk y Zaporiyia «serán siempre rusos»
El presidente Vladímir Putin firmó ayer las actas de anexión a Rusia de las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Lo hizo durante una solemne ceremonia en la sala de San Jorge del Gran Palacio del Kremlin, donde también estamparon su firma los respectivos jefes de gobierno instalados por Moscú en estos cuatro territorios: Denís Pushilin, Leonid Pásechnik, Vladímir Saldo y Evgueni Balitski. En el acto estuvieron presentes los diputados y senadores de ambas Cámaras parlamentarias, el Ejecutivo ruso en pleno y numerosos gobernadores regionales, además de líderes religiosos y la plana mayor militar. A todos ellos, Putin dirigió un discurso de casi 50 minutos para explicar las razones de una decisión que Kiev ha condenado de antemano y ha causado repulsa en el seno de la comunidad internacional.
El mandatario ruso, interrumpido a menudo por fuertes aplausos, pronunció una vitriólica alocución antioccidental, quizás la más dura que jamás antes haya lanzado contra Estados Unidos y sus aliados, a quienes acusó de seguir practicando el «colonialismo». Recordó que en el pasado fueron Estados «esclavistas» entregados a la «rapiña». «Ellos deciden qué países son civilizados y cuáles no; quién tiene derecho a la autodeterminación y quién no», añadió en alusión a que a Kósovo sí se le reconoció tal derecho, pero no a los cuatro territorios ucranianos.
También dijo que EE UU «fue el primer país del mundo en emplear armas nucleares, lo que sentó un precedente». El presidente abogó por «proteger la libertad» frente a quienes buscan la «soberanía mundial» y actúan con «doble rasero». «Occidente habla de un orden internacional basado en reglas, pero ¿de dónde vienen estas reglas?», se preguntó en medio de nuevos aplausos. A su juicio, «no nos ven como una sociedad libre», sino como «una multitud de esclavos». Los «avariciosos» gobiernos occidentales, alertó, actúan exclusivamente en beneficio propio. «Ellos no necesitan a Rusia, nosotros sí defenderemos nuestra tierra con todas nuestras fuerzas y todos nuestros medios». En ese contexto, responsabilizó a los «anglosajones» de los sabotajes en los gaseoductos Nord Stream con los que «han comenzado a destruir de hecho la infraestructura energética europea. Todo el mundo tiene claro quién se beneficia de esto», añadió.
Putin aseguró que no aspira a reconstruir la Unión Soviética. «La URSS desapareció, el pasado no puede volverse a traer y no hay necesidad de ello hoy en día. No aspiramos a eso». Pero arremetió contra los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia que, en 1991, dieron la puntilla al Estado soviético por «destruir un gran país».
Sobre los referendos en las cuatro regiones ucranianas anexionadas, Putin afirmó que «han expresado la voluntad de millones de personas. Es su derecho recogido en la Carta de la ONU». «Se han pronunciado por restaurar nuestra unidad histórica», añadió, antes de garantizar que los vecinos de estos territorios «serán siempre ciudadanos rusos».
La absorción territorial de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia escenificada este viernes entre aplausos, vítores y manos entrelazadas, constituye otra peligrosa vuelta de tuerca de Putin, no sólo a Ucrania como Estado sino al orden mundial establecido tras la II Guerra Mundial.
Moscú ya ha advertido a Ucrania que, de continuar su contraofensiva para recuperar estas cuatro zonas, será considerado como un ataque directo contra su «soberanía»
La situación ahora es de incertidumbre absoluta en la comunidad internacional. Queda por ver la respuesta que pueda dar Ucrania sobre el terreno. Y algunos analistas occidentales ven difícil que el Kremlin recurra al arsenal atómico, ya que sus efectos tendrían consecuencias sobre la población del Donbás que se ha comprometido a «proteger». Pero nadie duda de que el aumento de la tensión es mala consejera.