Scholz se reúne con Xi Jinping bajo un chaparrón de críticas de la UE y sus socios
Lo que bajo la conservadora Angela Merkel era un ritual casi anual —la visita a Pekín comandando una delegación de empresarios e inversores— se ha convertido en casi una línea roja para el socialdemócrata Olaf Scholz. Al canciller alemán le han llovido las críticas tanto de sus socios de coalición, verdes y liberales, como de los dos aliados incuestionables de sus relaciones internacionales —Francia y Estados Unidos— por emprender viaje al gigante asiático.
Si a Merkel se la confrontaba en cada salida con la vulneración de los derechos humanos bajo ese régimen autoritario, a Scholz se le ha colocado de frente una coalición atípica. Ya no son únicamente las ONG las que critican unos viajes apuntalados en intereses comerciales; también cuestionan su oportunidad los expertos del ámbito económico.
24 horas de viaje para pasar 11
«Alemania es ya económicamente dependiente de China, lo que la convierte en chantajeable», advertía este jueves, víspera del encuentro de Scholz y Xi Jingping, el Instituto para Estudios de la Economía Alemana (IW). Con el viaje se da una «señal problemática», añadía este instituto de referencia.
Alemania ha tenido que reducir aceleradamente su dependencia energética de Rusia, como consecuencia de la agresión a Ucrania y con los precios del gas disparados. Ahora debería contener, en lugar de extender, la siguiente hipoteca, también con un régimen autoritario y que además se beneficia de las sanciones a Moscú. Pekín actúa como un «estrecho aliado» de Rusia desde su posición de miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, admitían estos días fuentes del Gobierno de Scholz. El canciller confía, sin embargo, en «persuadir» a Xi para que actúe «con responsabilidad» y contribuya al fin de una guerra devastadora.
El viaje de ida y vuelta a Pekín es largo, unas 24 horas. La estancia ahí será fugaz: once horas. Scholz es el primer líder de un país de la UE que visita China desde el estallido de la pandemia. Y no está prevista una comparecencia conjunta del canciller y el presidente chino en formato de preguntas y respuestas. Berlín defiende, sin embargo, que el viaje es de gran relevancia.
No se trata de una visita más. Se produce en un momento en el que la comunidad internacional contempla alarmada la posibilidad de que a la agresión rusa sobre Ucrania siga una escalada china sobre Taiwan. Pero Berlín rebate antes estas críticas que no se puede «desacoplar» al gigante asiático de la globalización, pese a admitir que ésta debe reorientarse hacia socios «con valores democráticos compartidos».