Por qué Trump empieza a caer en desgracia entre los republicanos
Le culpan de la pérdida de escaños decisivos por haber seleccionado candidatos de baja calidad
Los asesores de Donald Trump empiezan a insistirle en que retrase su lanzamiento a la carrera por la presidencia de Estados Unidos en 2024. Su equipo considera que la fecha previsiblemente fijada por el líder republicano para efectuar este anuncio, el próximo martes, no es la más adecuada tras los ajustados resultados conseguidos por los republicanos en las elecciones intermedias y la ascendiente popularidad del gobernador de Florida, Ron DeSantis, dentro del partido a raíz de su victoria indiscutible en este Estado. La incertidumbre sobre quién tendrá al final el control del Congreso y el Senado tampoco parece ayudar, según los consultores, a un golpe de efecto de parte del exinquilino de la Casa Blanca.
Trump ha empezado a caer en desgracia entre un sector influyente y notable de dirigentes republicanos. Le culpan de que el esperado gran triunfo conservador no se haya producido y lo pueda ser, en todo caso, por la mínima. Y como causas aducen su megalomanía y su selección para distritos electorales clave de candidatos poco creíbles, cuyo aval principal era el apoyo incondicional al magnate y sus teorías de que no pudo revalidarse como presidente en 2020 debido a un fraude electoral promovido por los progresistas. En definitiva, cuando creían que podían tocar el cielo con los dedos en unos comicios con múltiples factores a su favor, muchos republicanos le atribuyen la pérdida fútil de escaños que podían darles hoy un cómodo segundo tramo de legislatura.
El multimillonario presenta una tarjeta que, con otros líderes, hubiera sido bien valorada, aunque no en su caso: a día de hoy el control de las Cámaras todavía está en juego, hay candidatos suyos que han logrado su pase al Senado en plazas disputadas y al menos un centenar de aspirantes de su cosecha visceralmente negacionistas se han situado en altos cargos locales y nacionales. El problema es que Trump ha perdido la magia.
Las elecciones han puesto en tela de juicio su aura de figura dominante del republicanismo, de ser el único capitán capaz de conducirlo a grandes conquistas, como era la impresión reinante durante la campaña. Y eso, dos años antes del nuevo intento de llegar a la Casa Blanca, es letal. El magnate se fue la noche del martes electoral en silencio a la cama. Aunque algunos invitados le vieron «de buen humor», dejó su discurso de épico triunfalismo guardado en la chaqueta y abandonó la fiesta convocada en su club de Mar-a-Lago, incluso desafiando al amenazante huracán que se cernía sobre Florida. Pero el miércoles despertó «furioso» y «gritándole a todos», según ha informado la CNN. Le molestaba la derrota de su patrocinado, Mehmet Oz, en Pensilvania y la algarabía entre los suyos por la victoria de Ron DeSantis.
Se había desayunado con titulares como el del ‘New York Post’, que abría la portada con la palabra ‘DeFuture’, un juego para conectar al gobernador de Florida con el futuro del Partido Republicano. El editorial de la conservadora Fox News también tildaba a DeSantis como «el nuevo líder» de los conservadores y hasta Joe Biden ironizaba que sería «divertido verles enfrentarse».