Partidarios de Bolsonaro asaltan el Congreso para exigir un golpe de Estado y derrocar a Lula
Bolsonaristas radicales toman también la Presidencia y el Supremo y piden la intervención de las Fuerzas Armadas
Donald Trump ha hecho escuela. Sus ideas y sus hechos se han extendido a lo largo del planeta y han atraído a miles de seguidores en los sectores más radicales de la derecha política. Imitadores que rentabilizaron las enseñanzas del expresidente estadounidense para acceder al poder en sus respectivos países y copias exactas incluso a la hora de abandonarlo. Quizá fue Jair Bolsonaro su alumno más aventajado. Consiguió dirigir Brasil rodeado de polémica y se marchó como su ídolo, negando la victoria de su rival —Luiz Inácio Lula da Silva— e instando a sus seguidores a rechazar la derrota de las uranas en las calles y a recurrir incluso a la fuerza para que él pudiera retener el cargo.
Si el 6 de enero de 2021 Trump lanzó a sus hordas hacia el Capitolio, ayer fueron los seguidores de Bolsonaro quienes tomaron el Congreso brasileño tratando de revertir lo que la democracia había determinado. Ocurrió sobre las ocho de la tarde hora española. Miles de personas, muchas de ellas ataviadas con la camiseta de la selección brasileña, aprovecharon una manifestación ilegal convocada para pedir una intervención militar para derrocar a Lula y ocuparon la Explanada de los Ministerios, sede de las distintas administraciones públicas y penetrar en las instalaciones del Congreso Nacional.
Una vez derrotada la débil resistencia del cordón policial compuesto por agentes del propio Legislativo y de la Fuerza Nacional de Seguridad que protegía el edificio, accedieron primero a los jardines, luego a la rampa de acceso y al techo, y finalmente al interior de la sede de la democracia brasileña, donde extendieron el caos y el destrozo sin ninguna oposición. Imágenes difundidas en las redes sociales exhibían la violación del edificio parlamentario rompiendo asientos en el plenario.
De nada sirvió que los miembros de las fuerzas de seguridad recurrieran a gases lacrimógenos, bombas aturdidoras o gas pimienta para dispersar a los defensores de las tesis golpistas, que portaban banderas del país y, en mucho casos, estaban armados con palos. Los manifestantes mostraron pancartas donde podían leerse ‘Lula en la cárcel’, ‘Intervención militar’, ‘Supremo es el pueblo’ y ‘Bolsonaro presidente’. El recuerdo de Washington Impactantes imágenes que recordaban el asalto al Capitolio norteamericano pronto se difundieron por todo el mundo, mostrando una marea humana ingresando en el edificio de arquitectura moderna sede de la Cámara de Diputados y del Senado. De forma paralela, otros radicales se dirigieron al palacio presidencial de Planalto y a la sede del Tribunal Supremo Federal —ya desalojada— con el objetivo declarado de arrojar del poder a Lula y a su vicepresidente, Geraldo Alckmin. El presidente se encontraba en ese momento en un viaje oficial en el estado de Sao Paulo, y los asaltantes se tuvieron que conformar con destrozar mesas y ventanas.
El temor de la extensión de la revuelta a otras zonas de Brasil llevó al ministro de Justicia, Flávio Dino,a conminar a los gobernadores para que reprimieran los actos antidemocráticos e incluso llegó a pedir la atención del Ejército por si su intervención fuera necesaria para contener la violencia de los seguidores de Bolsonaro. «Una nueva toma de poder solo puede ocurrir en 2026, con una nueva elección», afirmó.
El Ministerio Público Federal anunció asimismo la apertura de una investigación penal por los «actos violentos» en las manifestaciones.
La primera media fue la destitución del secretario de Seguridad del Distrito Federal de Brasilia, Anderson Torres, aliado del expresidente brasileño, tras la invasiones de bolsonaristas radicales.
El clima golpista se ha cultivado desde el día posterior a las elecciones del pasado 30 de octubre, en las que Lula derrotó a Bolsonaro. Centenares de bolsonaristas radicales llevaban desde entonces acampados frente al Cuartel General del Ejército , en Brasilia,y protagonizaron largos cortes de carretera en todo el país pidiendo una intervención militar. El ultraconservador Bolsonaro, quien fue derrotado por estrecho margen —menos de dos puntos de diferencia— por Lula en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, guardó un silenció cómplice durante largo tiempo, pero jamás admitió su derrota.