Circo de Trump en Nueva York
Turistas y periodistas aguardaron durante horas la histórica imputación de un expresidente
Entre Central Park y Tiffany, el tramo de la Quinta Avenida que lleva a la Torre Trump es el pasillo perfecto para los turistas ávidos del glamour neoyorquino. Muchos cruzaron este lunes la calle al avistar un enjambre de cámaras, convencidos de que se llevarían en la retina a alguna «’celebrity’». «¿Quién está ahí?», preguntaba a la prensa Juan José García, un malagueño que pasa las vacaciones de Semana Santa con su familia en la Gran Manzana. Para su decepción, nadie que pudiera identificar. El airado manifestante con una camiseta de Trump era, en ese momento, la figura solitaria que perseguían cientos de periodistas, tan ávidos de alborotadores que corroborasen los titulares como los turistas de poder contar que habían visto alguna estrella. Estaba a punto de llegar el expresidente Donald Trump, que este martes hará historia por ser el primero imputado en una causa penal. «Sí, sí, claro, eso lo sabemos», explicaba su mujer, «lo ha dado toda la prensa».
De ahí a aguardar su llegada iba un gran trecho. «Tenemos cosas más interesantes que hacer», zanjó. Dos italianas que participan esta semana en un congreso de la ONU no pudieron evitar sentirse aludidas ante los gritos antiinmigrantes del seguidor de Trump. «¿Y tú qué, te crees tan especial?», se le enfrentó Francesca Deste. Como los españoles, no tenía ni idea de lo que se iba a encontrar en el centro de aquel enjambre periodístico hasta que le picó la avispa. «¡Sacad de aquí a todos esos inmigrantes que están viviendo en hoteles de 400 dólares la noche a costa de nuestros impuestos!», gritaba John McGuigan, conocido ya por la prensa neoyorquina como el tipo «de los gays por Trump», que lo mismo protesta en el Village contra los drag queens que contra los inmigrantes en la Torre Trump. El manifestante tuvo suerte, porque Juliet Germanotta, en paro por no haberse querido vacunar de la covid, asegura, decidió acercarse «a ver lo que había y pasar el rato». Eso permitió al llanero solitario desmentir a la prensa. «¡A ver! ¿Dónde está ese que decía que aquí solo hay un seguidor de Trump? Gracias hermana, gracias, por presentarte». En el estrambótico desfile que la Policía contenía con vallas metálicas aparecieron todavía otros dos personajes, Susan-Anne Miller, que dijo haber trabajado como documentalista en la Torre Trump y atesora una carta personal del expresidente, y su «amigo», Lido, portador de la bandera Trump 2024, que se autodenomina «luchador por la libertad». De los cuatro era el único que planeaba asistir a la manifestación convocada por la congresista de Georgia Marjorie Taylor Greene, la única representante oficial de la doctrina conspiracionista de QAnon en el Congreso de EE UU. Su sola presencia le hacía barruntar problemas al alcalde Eric Adams, quien le advirtió públicamente que mientras esté en la ciudad «se comporte lo mejor que sepa». De lo contrario, se arriesgará a que la detenga alguno de los 45.000 policías en servicio que controlará el orden durante la primera imputación de un expresidente.
La sombra del Capitolio
El alcalde dijo no tener noticia de ninguna amenaza concreta, pero no pensaba correr ningún riesgo. La sombra del asalto al Capitolio ronda a todas las fuerzas del orden en Estados Unidos, pero también a los seguidores de Trump, que aquel 6 de enero de 2021 respondieron a su llamado en Washington para impedir la certificación de los resultados electorales y han acabado en la cárcel. «No me asusta, ya me han detenido otras veces», responde Lido. Más comedidos, sus otros tres compañeros de lucha planeaban verlo por televisión.
Tampoco ahí tendrán mucha suerte. El fiscal Alvin Bragg había hecho oídos sordos de la petición de los medios de comunicación de levantar el veto mediático que reina en los tribunales neoyorquinos para que el público pudiera escuchar en directo la lectura de cargos, una decisión que ha quedado en manos del magistrado. «Pedimos que se niegue la petición de los medios porque crearía una atmósfera de circo, aumentaría las preocupaciones de seguridad y sería inconsistente con la presunción de inocencia del presidente Trump», dijo la defensa al juez Juan Merchan que presidirá el proceso.
El circo ya estaba servido, «¿No lo ves?», preguntaba el abogado penalista Joshua Benjamín apuntando a la hilera de carpas de televisiones frente al tribunal. Ni él ni ninguno de sus colegas que trabajan habitualmente en el edificio pensaban acudir el martes. Todas las demás vistas judiciales habían sido pospuestas. «Quién querría venir a los juzgados y encontrarse con esto» señalaba. Habrá oportunidad para resolver papeleo en las primeras horas de la mañana, antes de que llegue Trump.