Camila, de vilipendiada amante a reina por decisión de Isabel II
La coronación de Camila como reina es la culminación del largo y tormentoso camino que la mujer de Carlos III ha tenido que recorrer, desde que en su día fue vilipendiada por ser la amante del ahora rey, relación que sacudió los cimientos de la monarquía británica, hasta su aceptación por la opinión pública.
Camila es desde este sábado reina del Reino Unido, sin el añadido de consorte, como había pedido Isabel II que fuera llamada cuando «llegue el momento», en referencia al ascenso de Carlos III. El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, primado de la Iglesia de Inglaterra, coronó a Camila con la corona de la reina María, en una solemne celebrada en la Abadía de Westminster.
Carlos y Camila se conocieron en los pasados años setenta. Frecuentaban los mismos círculos de la alta sociedad, iban a partidos de polo fuera de Londres y tenían cosas en común. «Mi bisabuela fue la amante de tu tatarabuelo», fue al parecer lo que le dijo Camila al entonces príncipe de Gales cuando se conocieron, en momentos en que el heredero de la corona recibía fuertes presiones para casarse y tener heredero. Pocos pudieron anticipar el camino plagado de obstáculos que los ahora reyes británicos iban a afrontar.
Impactado por el buen sentido del humor de Camila, Carlos III se enamoró de ella perdidamente, pero por el hecho de que fuera una mujer «experimentada», Isabel II consideró que no era la persona adecuada como esposa del heredero, según los expertos en realeza.
Cada uno siguió después caminos por separado, ya que ella se casó con el brigadier Andrew Parker Bowles y él contrajo matrimonio, el 29 de julio de 1981, con Lady Diana Spencer, una jovencita tímida, con poco mundo, pero perfecta a los ojos de Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, pero sobre todo para la reina madre, Isabel. Con el tiempo, Carlos y Camila iniciaron su relación a escondidas, pero esto terminaría por destrozar sus respectivos matrimonios y llevaría a la monarquía a su crisis más profunda desde la abdicación del rey Eduardo VIII en 1936.
Para el gran público, esa relación extramarital salió a la luz cuando lady Di relató su infelicidad en unas grabaciones que filtró a Andrew Morton.