Diario de León

Kajovka, una demolición propia de expertos militares, precisa y letal

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La posibilidad de volar la presa de Kajovka ya fue analizada por el Gobierno de Ucrania el pasado 20 de octubre. Ese día, el presidente Volodímir Zelenski informó que el ejército ruso planeaba destruir el embalse para inundar la región de Jersón, entonces bajo control de Moscú, y culpar a Kiev de una acción prácticamente genocida contra su propia población. Rusia mantenía en esos momentos a duras penas el dominio de la región, con asaltos constantes de las fuerzas rivales a sus defensas, y el comandante enviado por el Kremlin, Serguei Surovikin, había denunciado que los ucranianos planeaban atacar con misiles la represa y su central hidroeléctrica. Una excusa perfecta para que los defensores de Putin se echaran sobre el Gobierno de Kiev, según Zelenski.

Kyrylo Budanov, jefe de la Dirección de Inteligencia militar ucraniana, dijo en aquella reunión que consideraba extremadamente complicada la voladura del embalse. Su construcción data de mediados del siglo pasado y toda la ingeniería fue pensada para tiempos convulsos. Para resistir un ataque. La obra comenzó en 1947 y se remató en 1956, cuando entró en funcionamiento la central hidroeléctrica. Un proyecto colosal ideado por Josef Stalin. Debe su nombre al pueblo construido a los pies del gran muro para albergar a los trabajadores.

El dictador ruso sabía lo que hacía y la importancia de los pantanos en caso de una guerra, tanto a nivel defensivo como en calidad de objetivo militar. Stalin conocía el valor de la naturaleza como arma. En 1941 él mismo ordenó volar la presa de Dneprostroi para evitar que los nazis capturasen Zaporiyia en plena retirada del ejército rojo. Millones de metros cúbicos de agua se vertieron en el río Dnipó e impidieron el avance de los soldados alemanes. Al menos 20.000 personas fallecieron por la riada.

Al dictador, de hecho, se le debe una parte valiosa de la compleja estructura hidrológica de Ucrania, y también de Rusia. La Unión Soviética desarrolló durante su régimen una vasta red de canales, embalses y centrales hidroeléctricas de gran envergadura. Es lo que se bautizó como la Atlántida soviética, que dejó algunos ejemplos de la megalomanía de Stalin en casos como la presa de Rybinsk, al norte de Moscú, o la de Kremenchuck, en Ucrania. En esta república doscientos pueblos quedaron sepultados bajo las aguas y sus habitantes fueron evacuados a otras regiones junto con su ganado. La oscura sombra del estalinismo cubre de tragedia este enorme proyecto que el dictador ejecutó para facilitar el desarrollo económico de la URSS

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