Libia se inunda de cadáveres
El mar arrastra cientos de cuerpos sin vida que se amontonan en las calles de ciudades llenas de barro o son enterrados en fosas comunes en todo el país ante la dificultad de identificarlos
Las morgues no dan abasto en Libia. La destrucción que provocó la tormenta Daniel en el país se cifra en los más de 6.800 cadáveres que yacen en las calles, las plazas y a la orilla del mar. Un dato que podría aumentar a medida que pasan los días por las 20.000 personas que están aún desaparecidas.
Aunque el ciclón ya se alejó del país, una nueva pesadilla ha surgido para las autoridades: «la gestión de los muertos». En Derna, la ciudad más afectada por la rotura de las dos presas del pasado domingo, ya se han recuperado más de 2.000 víctimas mortales, cientos de cuerpos esperan bajo sábanas o mantas a que alguien se haga cargo de ellos.
«El mar arroja constantemente decenas de cadáveres», dijo Hichem Abu Chkiouat, ministro de Aviación Civil de la administración que dirige el este de la nación. Las imágenes publicadas en redes sociales dan cuenta de cómo los muertos se amontonan a las afueras de los hospitales, que no están operativos por la tragedia pese a que unos 7.000 heridos buscan atención de urgencia.
Derna, la cuarta localidad más grande de Libia, se ha convertido en un escenario apocalíptico. Dividida en dos por la furia de la tormenta, a cada lado los cadáveres afloran a medida que el nivel del agua remite. Identificar y enterrar a los fallecidos será en algunos casos una tarea imposible de llevar a cabo. Las inundaciones destruyeron por completo edificios de varias plantas con decenas de familias durmiendo en su interior. Además del precario censo del Estado, hay casos en los que la información genética también fue arrastrada por la riada.
No queda nadie con quien comparar el ADN. De al menos 250 fallecidos se ha logrado saber que formaban parte de la gran diáspora egipcia que se asentaba en la ciudad. Otros 87 cadáveres han sido ya repatriados, según el Ministerio de Emigración de El Cairo. Los cuerpos llegaron este miércoles a sus respectivas ciudades de origen.
Los restos de las víctimas son sacados de los escombros hasta con utensilios domésticos. La falta de recursos y la capacidad de los cementerios desbordada ha obligado a los rescatistas a enterrarlos en fosas comunes. Un panorama que preocupa a la Organización Mundial de la Salud por el peligro de epidemias, «especialmente entre los niños», por la falta de agua potable, la contaminación de las redes y los muertos al aire libre. Los que han quedado con vida se apresuran a salir. Más de 30.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
Mientras, los servicios de emergencia batallan contrarreloj para rescatar a supervivientes o recuperar los cuerpos sin vida bajo los escombros. Pero en Libia el tiempo se agotó más rápido para los que deseaban respetar la tradición del islam de que los cadáveres deben ser enterrados dentro de los tres días siguientes a la hora de la muerte. Imposible. Ya han pasado más de 72 horas desde que la tormenta arrasó barrios enteros.
Daniel ha provocado «un desastre que supera las capacidades de Libia», reconoció ayer el jefe del Consejo Presidencial, Mohamed al Manfi. Algunas voces críticas cuestionan que ninguna autoridad pudiera prever la tragedia, ya que las dos represas que colapsaron eran de una considerable antigüedad, ni se hubiera ordenado una evacuación previa. Cuando la segunda de las presas saltó en pedazos, sólo transcurrió media hora hasta que un caudal de 33 millones de metros cúbicos de agua y barro cubrió Derna.