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El Karabaj se vacía y sus ciudadanos se convierten en refugiados en su país

Una desplazada con sus hijos. D. K

Publicado por
León

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Nagorno Karabaj se ha vaciado. Sólo unos pocos ciudadanos karabajíes esperan aún ser transportados por el corredor de Lachín a Armenia, cuyo Estado se enfrenta a la gigantesca tarea logística y financiera de proporcionar a todos los refugiados un nuevo futuro con el apoyo de voluntarios y trabajadores de la Federación Internacional de la Cruz Roja.

El flujo de refugiados que llega desde el domingo pasado a Armenia se ha detenido en su mayor parte. Ya son 100.520 karabajíes de una población estimada en 120.000 los que se han desplazado de Nagorno Karabaj.

Solo el presidente de la autoproclamada república, Samvel Shajarmanián, junto a otros funcionarios esperan en la capital, Stepanakert, hasta que finalice la operación de búsqueda y rescate de todos los que fallecieron en la operación militar relámpago de Azerbaiyán del 19 y 20 de septiembre y en la explosión del depósito de combustible el 25 de septiembre. El presidente dará fin a una era. Será él quien baje el telón de la era de Nagorno Karabaj como república independiente tras tres décadas de existencia en un territorio de mayoría armenia encajado en Azerbaiyán.

Las condiciones humanitarias de quienes han dejado sus hogares continúan preocupando a las organizaciones internacionales sobre el terreno. El problema de la disponibilidad de viviendas genera mayor intranquilidad aún entre los refugiados. Hasta el momento, el Gobierno de Armenia ha provisto alojamiento a 53.935 personas. La familia de Smbat es una de ellas y se encuentra temporalmente en un albergue en la región de Vayots’ Dzor, en el sureste de Armenia y fronteriza con Azerbaiyán.

Tiene dos hijas menores y cuenta que después de cenar la noche anterior a su partida de Nagorno Karabaj, su esposa le dijo que no lavaría la vajilla. Smbat insistió en que lo hiciera y que dejase la casa en condiciones a pesar de que las tropas azerbaiyanas entrarían a revisarla. «Dejé abierta la puerta del establo donde guardo mis cerdos y gallinas, para que fueran libres», relata.