Israel usa el hambre como arma de guerra y amplía su ofensiva al sur
Israel ha convertido su guerra contra Hamás en un castigo colectivo a los más de dos millones de gazatíes con un cerco que ha puesto la Franja en riesgo inminente de hambruna, según han alertado desde el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Tel Aviv tiene también la última palabra en cuanto a los camiones con ayuda que pueden entrar o las personas que pueden salir por el paso de Rafah. Este viernes, tras la petición de Estados Unidos, anunció que autorizará la entrada de dos vehículos diarios con combustible para uso de Naciones Unidas, lo que provocó el enfado de los miembros más radicales del Gobierno, que consideraron esta cesión «una muestra de debilidad».
El PMA tuvo que suspender el viernes los envíos de ayuda debido a la falta de combustible y al apagón de las telecomunicaciones. Su directora ejecutiva, Cindy McCain, señaló que «con el invierno acercándose rápidamente, los refugios inseguros y superpoblados y la falta de agua potable, los civiles se enfrentan a la posibilidad inmediata de morir de hambre». Cuando la guerra está a punto de entrar en su séptima semana y tras clamar victoria en el oeste de la Ciudad de Gaza, el Ejército hebreo tiene ahora en su punto de mira la parte sureste de la Franja, donde ya ha pedido a los civiles que evacúen y ha comenzado los bombardeos. Israel considera que los cabecillas de Hamás se han fugado a esta zona y atacó objetivos en Rafah y Yan Yunis.
El margen para los 1,7 millones de desplazados que dejaron sus casas en busca de refugio en el sur es cada vez menor y las necesidades mayores porque carecen de alimentos y agua.
Tras más de cuarenta días de bloqueo total al combustible, el Gobierno de Benjamín Netanyahu accedió a «permitir el mantenimiento mínimo necesario de los sistemas de agua, alcantarillado y sanitarios para prevenir pandemias que podrían extenderse a toda el área, perjudicando a los residentes de la Franja así como a nuestras propias fuerzas y potencialmente extendiéndose también a Israel», según fuentes del gabinete de guerra. La resolución del Consejo de Seguridad o los llamamientos de Estados Unidos o la Unión Europea para lograr «pausas humanitarias» se quedan de momento en la ventana para la salida de civiles por el corredor de Saladino y la entrada de esos dos camiones diarios con combustible.
Israel avanza y nadie le marca el paso.
Por tercer día los soldados prosiguieron los trabajos en el complejo médico de Al-Shifa, donde buscan el cuartel general de Hamás.
El ejército mostró imágenes de lo que presentó como un túnel en uno de los laterales del hospital.
Se podía ver un profundo agujero en el suelo, lleno de escombros de hormigón, madera y arena. Las fuerzas armadas también informaron de la presencia de un vehículo en el complejo con una gran cantidad de armas. Hamás niega estas acusaciones y emitió un comunicado para definir como «limpieza étnica» la operación de asalto. Dentro de Al-Shifa quedan 7.000 personas entre enfermos, heridos, personal médico y desplazados, según su director, Mohamed Abú Selmiya.