Vladimir Putin, el candidato libre de adversarios
Con los principales líderes de la oposición real al Kremlin en el cementerio, en el exilio o en la cárcel, los únicos candidatos con los que se medirá el presidente ruso, Vladímir Putin, en su pugna por la reelección serán los que presenten formaciones domesticadas como el Partido Comunista de la Federación Rusia (KPRF en sus siglas en ruso), los ultranacionalistas del Partido Liberal Democrático de Rusia (LDPR) y los supuestamente socialdemócratas de Rusia Justa. Los mismos que nunca han hecho sombra a Putin y que jamás cosecharon juntos ni el 30% de los votos en unas presidenciales. Estas formaciones tendrán que elegir en los próximos días a sus candidatos para ser inscritos antes del 1 de enero, pero ni sus actuales líderes, Guennadi Ziugánov, Leonid Slutski y Serguéi Mirónov, ni nadie en sus filas tiene el carisma suficiente para movilizar al electorado descontento. Los tres partidos apoyan la ofensiva en Ucrania y no son nada combativos en sus acciones contra el Gobierno, salvo de boquilla en periodo electoral. Esta vez concurrirá también, y lo hará por primera vez a unas presidenciales, el llamado partido Nueva Gente, que se autodefinen como liberales, surgieron en 2020 y están liderados por el empresario Alexéi Nechaev, cuya formación, tras las legislativas de 2021, obtuvo 15 diputados sobre un total de 450 en la Duma Estatal (Cámara Baja del Parlamento ruso). Está en la lista de sancionados de la Unión Europea por apoyar la invasión de Ucrania. No es de esperar, por tanto, que pueda ofrecer una alternativa a los electores disconformes con la política de Putin, especialmente en lo relativo a la guerra en el país vecino y a la política económica. La cuestión es que el político que con mayor coraje y ardor criticó los «enjuagues corruptos» del Kremlin y su línea represiva en sus mítines, manifestaciones y a través de su organización, el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK), ahora disuelta y prohibida, ha sido Alexéi Navalni. Le costó por ello un intento de envenenamiento y sucesivas condenas judiciales, la más seria dictada en agosto, 19 años de cárcel en régimen severo por una imputación por «extremismo».
Más dura fue todavía la pena a la que fue sentenciado en abril el opositor y periodista, Vladímir Kara-Murzá, 25 años en régimen severo, la mayor dictada en Rusia contra un crítico de las políticas de Putin, al ser reconocido culpable de «alta traición» y otros delitos, entre ellos difundir «bulos» sobre el Ejército ruso en una entrevista al canal CNN y activismo en una organización declarada «indeseable».