Diario de León

Las inundaciones en Brasil llevan a los vecinos a atrincherarse en sus casas frente al desastre

Más de 60.000 personas han tenido que abandonar sus casas con lo puesto por las lluvias

Una mujer residente de Pelotas limpia el agua de las inundaciones. ANDRE BORGES

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Alex Mirkhan
Pelotas

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Las graves inundaciones en el sur de Brasil han causado más de 600.000 desplazados, pero los hay que prefieren atrincherarse en sus hogares y hacer frente a la tragedia en la segunda planta de sus casas, pese al riesgo de verse engullidos por el agua.

En la cuarta ciudad más poblada del devastado estado de Rio Grande do Sul se preparan para lo peor, en medio de este desastre climático que no cesa después de cerca de 150 muertos, 130 desaparecidos y 2,1 millones de damnificados.

Pelotas tiene unos 300.000 habitantes que hoy viven con la incertidumbre de ver si la ciudad se transformará en una balsa gigante de agua.

La crecida de los ríos de la región ha anegado ya algunas zonas, provocando la salida forzosa de cientos de personas.

La Alcaldía, por precaución, ha recomendado la evacuación de más de una veintena de barrios en los que viven alrededor de 100.000 habitantes, casi un tercio de la población.

Su situación geográfica, más al sur que Porto Alegre, la capital regional y cuyo centro histórico está inundado desde hace once días, les permite ver con antelación lo que les puede pasar.

«No se puede crear la falsa expectativa de que las cosas estén mejorando, de que todo pasó (...) Las personas necesitan mantenerse alerta», afirma a EFE la alcaldesa de Pelotas, Paula Schild Mascarenhas.

De hecho, el municipio parece que se está organizando para una guerra. Refuerzan los diques con sacos de arena, como si fueran trincheras; instalan bombas de agua en los canales para ayudar a drenar el exceso de agua; y hacen llamamientos para que los vecinos abandonen las zonas de riesgo.

Pero hay gente que ha preferido quedarse en casa, aunque el agua les llegue al primer piso. Jean Schmidt tiene 30 años y vive en un edificio de tres plantas a la orilla de una laguna. Ha decidido atrincherarse en casa con su madre, su suegro y un par de vecinos.

«En esta cuadra entera solo permanecemos nosotros. Mi esposa y mi hijo ya se fueron a la casa de mi cuñada. Tenemos agua potable, comida y la seguridad de estar en un edificio cerrado y de tener un generador de energía», asegura este empresario cervecero.

Comenta que su madre «no quiso salir» de ninguna manera y que permanecer, a riesgo de su vida, también significa «preservar el patrimonio» porque «desgraciadamente está habiendo una ola de saqueos» en las viviendas evacuadas.

Preguntado sobre qué hará en caso de que el nivel del agua suba, cree que el edificio donde vive resistirá.

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