La religión entra en combate en Ucrania con la iglesia Ortodoxa
La religión ha sido un componente decisivo a la hora de cimentar la identidad tanto de Rusia como de Ucrania desde que el cristianismo se asentó en los territorios ahora en disputa, pero al mismo tiempo ha jugado un papel muy importante en la diplomacia y en la agenda política, por encima de sus valores espirituales. También en tiempos de guerra. No hay más que seguir el rastro de las intervenciones del patriarca Kirill (Cirilo I), líder de la Iglesia Ortodoxa rusa, que sigue bendiciendo a las tropas de Moscú y justificando la invasión.
Ahora ha sido el Parlamento de Kiev el que ha aprobado un proyecto de ley que prohibirá operar en Ucrania a las organizaciones religiosas relacionadas con Moscú, una iniciativa dirigida, sobre todo, contra la Iglesia Ortodoxa local, que se mueve en la órbita del universo religioso de Kirill, patriarca de todas las Rusias, una autodenominación en línea con su nostalgia imperial. No se trata de una medida para reforzar la independencia espiritual de los ucranianos, sino una cuestión de «seguridad nacional» para asestar un histórico puñetazo al imperialismo de Putin donde más le duele, para quien su Iglesia también es una pieza muy valiosa en su doctrina de seguridad nacional. Kiev considera que es una «continuación ideológica del régimen del Estado agresor, cómplice de crímenes de guerra y contra la humanidad.