Un francotirador israelí mata de un tiro en la cabeza a una activista de EE UU
La víctima, de 26 años, participaba en una protesta contra el avance de las tropas hebreas
Aysenur Ezgi Eygi tenía 26 años y participaba en una protesta contra el avance de las colonias en Beita, cerca de la ciudad cisjordana de Nablus, cuando un francotirador israelí le disparó en la cabeza. Murió al instante. Eygi, con doble nacionalidad turca y estadounidense, era psicóloga y llevaba una semana en los territorios ocupados como activista de la campaña Faz3a (se pronuncia faz’a), que busca proteger a los palestinos ante el aumento de ataques de colonos y militares. Una espiral de violencia que recoge la ONU en cada uno de sus informes, pero que nadie hace nada por detener. Al tratarse de una víctima extranjera, el ejército anunció que analizará lo sucedido.
Los militares explicaron en un comunicado que «las fuerzas respondieron con fuego contra un instigador principal de la actividad violenta que estaba arrojando piedras a los soldados y representaba una amenaza para ellas».
Fuego real contra piedras, como es habitual en las protestas semanales en los territorios ocupados. Además de Eygi, los soldados también mataron de un tiro en esta misma zona, en la aldea de Qaryut, a una niña de 13 años llamada Bana Amjad Bakr. En este caso no hubo comunicado alguno de las fuerzas armadas y su nombre se convirtió en la víctima número 692 de colonos y soldados en Cisjordania desde el 7 de octubre. El disparo alcanzó a la pequeña cuando estaba en su habitación, informó su padre.
Además de los muertos y heridos, las fuerzas israelíes han detenido a más de 10.000 personas. Tras conocer la muerte de una ciudadana estadounidense, el Departamento de Estado declaró que recopilaban «más información sobre las circunstancias. No tenemos mayor prioridad que la seguridad de nuestros compatriotas».
Hace menos de dos años, otro francotirador acabó con la vida de la periodista norteamericana de Al-Jazeera, Shireen Abu Akleh, cuando cubría una operación militar en Yenín y la familia sigue esperando que se haga justicia.