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El declive económico y político empuja a Alemania a un escenario inédito

El agua cubre los pilares del puente «Blaues Wunder» en la población de Dresde (Alemania)efe

Publicado por
MARÍA REGO
madrid

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El derrumbe del puente de Carola en Dresde, en el este de Alemania, dejó el pasado miércoles mucho más que unas cuantas toneladas de hormigón sobre el río Elba. No sólo están tocadas sus infraestructuras, en buena medida por la falta de inversión, sino también su economía, sobre todo a raíz de la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania, y la política nacional, con un tripartito en el Gobierno de Berlín que se tambalea por las rencillas internas y el ascenso de la ultraderecha. Alemania ya no es la que era. Ni locomotora de Europa, ni ejemplo de éxito, ni peso pesado en una escena internacional donde el eje francogermano se encuentra en horas bajas. «Una cosa está clara: nuestra reputación nunca ha sido tan mala», resumía en abril Theodor Weimer, director general de Deutsche Börse, el grupo que gestiona el mercado bursátil alemán, durante un encuentro con los empresarios bávaros donde tachó al país de «chatarrería». La misma nación que tiró durante años de la Eurozona impulsada por las exportaciones y una potente industria hasta que la enorme dependencia de China, su segundo socio comercial tras EE UU, y del gas ruso se convirtió en una pesadilla. Uno de los puntos de inflexión se produjo con la invasión de Ucrania y la decisión del presidente ruso, Vladímir Putin, de cerrar el grifo del gas como respuesta a la sucesión de sanciones de Occidente. La industria alemana, con una alta concentración de compañías que requieren un uso intensivo de energía, como las químicas o las automovilísticas, dejó de ser competitiva. En el caso del sector de las cuatro ruedas, además, los chinos habían comenzado a comerle terreno con sus modelos ‘low cost’. El antiguo motor de Europa es desde 2018 el miembro del G7 con menor crecimiento y este año se espera que la evolución de su PIB sea de un pírrico 0,4%. El propio ministro de Economía, Robert Habeck (Los Verdes), observa una situación «dramáticamente mala».

Casi tres años después de que Angela Merkel abandonara la cancillería tras década y media en el poder se multiplican las voces que la señalan como una de las culpables de la actual decadencia. Le achacan el cierre de las centrales nucleares y una política de austeridad donde la inversión no constaba como prioridad. Lo importante era el superávit, una obsesión para un país con más de 83 millones de habitantes que en los noventa vio cómo su deuda pública no paraba de engordar como consecuencia de la reunificación. La mayoría de las infraestructuras (carreteras, puentes, líneas ferroviarias...) se levantó antes de la caída del muro de Berlín y, aunque fueron punteras, hoy acumulan problemas. «No se trata sólo de evitar accidentes y tragedias, sino de que sean eficientes», planteaba la Asociación Central de la Industria Alemana de la Construcción tras el desplome de Carola.