La ultrasecreta Unidad 8200 de espías israelíes se redime con el ataque a Hizbulá
La rama del Ejército hebreo dedicada al espionaje tecnológico fue cuestionada tras la matanza de Hamás
El ataque a Hezbolá con un sabotaje masivo de sus ‘buscas’ y sus ‘walkie talkies’ está todavía rodeado de la bruma de los servicios secretos, sobre todo porque el Gobierno de Tel Aviv guarda silencio sobre todos los extremos que han rodeado a la operación. El secretismo que rodea a esta acción se extiende también a las unidades que se han encargado de alterar los miles de ‘buscas’ y vendérselos a la organización terrorista libanesa. Todo apunta al Mossad y a la denominada Unidad 8200, la rama del Ejército que ha convertido la tecnología en el arma más peligrosa de la guerra.
La Unidad 8200, dependiente de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), y no de la presidencia del Gobierno, como el Mossad, es una de las organizaciones más avanzadas en nuevas tecnologías del mundo. Cualquier avance que imagine un guionista de Hollywood para un ‘thriller’, esta unidad ya lo ha creado y lo está utilizando en la lucha contra el terrorismo y la acción política del Gobierno de Israel. Sus integrantes son jóvenes reclutados en institutos y universidades, después de que hayan demostrado un conocimiento y una capacidad de innovación por encima de la media.
La Unidad 8200 tiene su base en unas instalaciones ultrasecretas del desierto del Negev. Se sabe que la componen varios miles de soldados y que entre ellos hay arabistas capaces de comprender cualquier matiz de todos los idiomas que se hablan en la región. Su función es ser capaz de escuchar en tiempo real todo lo que hablan sus enemigos, pero su poder no acaba ahí. Según han señalado diversas fuentes, esta unidad es capaz de introducirse en los sistemas cibernéticos de países enemigos y hacerse con todas las capacidades militares del rival. Una fuerza tecnológica como la que ha demostrado Israel al hacer detonar de forma simultánea los más de 3.000 ‘buscas’ vendidos a Hezbolá.
Virus informático
El caso más famoso de una intrusión en la que intervino la Unidad 8200 es la ‘operación Huerto’. Esta misión, completada en 2007, consistió en bombardear un reactor nuclear en Siria, fabricado por Corea del Norte y en el que se procesaba combustible nuclear. Los israelíes consiguieron que cinco aviones entrasen en el espacio aéreo sirio y destruyesen la instalación. Para realizar el vuelo sin peligro, la Unidad 8200 consiguió piratear los sistemas de radar del país e introducir información falsa para que los bombardeos israelíes no fueran detectados. Tres años más tarde, un virus informático destruyó los ordenadores que Irán empleaba en su programa nuclear.
El eco de la Unidad 8200 va más allá del conflicto de Oriente Medio. Haber pertenecido a una organización de élite en cuestiones tecnológicas es el equivalente a tener un doctorado en cualquiera de las mejores universidades del mundo, por lo que los soldados que abandonan este servicio son objeto del deseo de las principales empresas de innovación del mundo. En este sentido, el Pegasus, el sistema de control remoto con el que fue espiado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de defensa, Margarita Robles, fue un programa que crearon antiguos miembros de la 8200.
Pese a este aura de éxito, el gran drama de la Unidad 8200 se vivió el 7 de octubre del año pasado, cuando no fueron capaces de detectar el ataque de Hamás al sur de Israel, en el que más de 1.700 ciudadanos fueron asesinados. Todo el arsenal tecnológico fue incapaz de prever los planes con los que se había organizado la masacre desde Gaza.
Precisamente, hace una semana se supo que el general al mando de la unidad, Yossi Sariel, había dimitido tras asumir su fracaso a la hora de detener la ofensiva de Hamás. La resignación de Sariel fue acompañada por la de otros mandos que asumieron también sus culpas por no ser capaces de alertar del ataque terrorista. «El 7 de octubre no cumplí la tarea que se esperaba de mí, como esperaban mis subordinados y comandantes y como esperaban de mí los ciudadanos del país que tanto amo», escribió Sariel en una carta a sus subordinados que fue divulgada por el diario Haaretz. Esta dimisión estaba dirigida a calmar a una sociedad que cada vez se siente más descontenta con la actuación de sus espías.