El regreso del temido Mossad
Rodeados de un aura de infalibilidad y eficacia forjada a lo largo de años, los espías del Mossad, el servicio secreto de Israel responsable de la recopilación de inteligencia, acción encubierta, espionaje y contraterrorismo en todo el mundo, forman parte de la historia más épica del país
La influencia del Mossad está cimentada en décadas de acciones de los espías que forman parte de la historia más épica del país. Los distintos hitos de su existencia reflejan también la evolución del conflicto en la región.
El Mossad fue creado en 1949 por el primer ministro David Ben Gurion como una agencia de recopilación de información. Su primera operación que rozó lo imposible tuvo lugar en 1960, cuando secuestró en Argentina a Adolf Eichmann, uno de los jerarcas nazis vinculados con el Holocausto. Esta acción no sólo tenía tintes heroicos sino que permitía que el recién nacido Estado de Israel ajustase cuentas con los responsables del exterminio sistemático de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. La segunda acción del Mossad que acrecentó aún más la fama del Mossad ofreció resultados en 1967, cuando las Fuerzas de Defensa israelíes consiguieron conquistar los altos del Golán en la Guerra de los Seis Días. La información que facilitó el ataque fue proporcionada por el agente Eli Cohen, un judío de origen egipcio que consiguió infiltrarse en la jefatura del Ejército sirio. Según una leyenda extendida y no confirmada ni desmentida, el espía no sólo consiguió todos los documentos secretos del estado mayor sirio, si no que también convenció a los generales de que camuflasen con eucaliptos todos los búnkeres de los altos del Golán. Cuando comenzó la guerra, los pilotos israelíes solo tuvieron que bombardear los bosques de esa especie para acabar con toda la defensa siria. Cohen fue detenido y ahorcado en el centro de Damasco en 1965, delante de las cámaras de televisión. Los servicios secretos israelíes crearon así su primer mártir, un héroe asesinado tras conseguir una victoria militar sin precedentes para su país. Además, dieron todo el sentido al lema de la agencia: «Por la vía del engaño harás la guerra».
Los espías israelíes también participaron en otras acciones de memoria casi mitológica, como la liberación de un centenar de pasajeros judíos de un avión de Air France secuestrado por los palestinos y aterrizado en Uganda en julio de 1976. La información obtenida por el Mossad permitió a un comando desplazarse 3.500 kilómetros para viajar hasta Entebbe, liberar a los pasajeros, acabar con los terroristas y regresar a Tel Aviv. Pero todo había cambiado cuatro años antes.
Tragedia de Munich
El asesinato de once deportistas judíos en las Olimpiadas de Múnich por parte de terroristas palestinos de Septiembre Negro había puesto en marcha una operación de venganza ordenada por la primera ministra Golda Meier. El espionaje comenzó entonces a asesinar a terroristas palestinos —o sospechosos de serlo— con todo tipo de métodos, desde bombas en el teléfono o en la cama hasta tiroteos callejeros. El Mossad pasó de ser una agencia de información a una rama operativa encargada de cometer todo tipo de acciones punitivas o coercitivas, incluídos los asesinatos. Esta decisión cambió las reglas del juego en Oriente Medio. Las muertes crearon una espiral de violencia en la que se mezclaban los atentados suicidas con guerras declaradas como la del Yom Kipur o las invasiones del Líbano que dieron origen a Hezbolá.
«Todo fue trágico y hemos vuelto a esa situación», afirma el periodista Gidon Levy. «Gran parte de la sociedad israelí piensa que sólo la guerra es la solución, y la mentalidad que acompaña al actuar del Mossad se ha instalado en las altas esferas». Algo similar piensa el escritor y periodista Yossi Melman, autor de libros indispensables sobre el espionaje israelí. «La operación contra Hezbolá es espectacular, pero en qué cambia la situación», señala.
La operación encubierta que esta semana ha acabado con la vida de una veintena de personas en el Líbano y ha causado más de 3.000 heridos tras la manipulación de los ‘buscas’ y ‘walkie talkies’ de los terroristas de Hezbolá es uno de los mayores hitos de la historia del espionaje mundial. Todo apunta a Israel y sus servicios secretos y, en especial, al Mossad, una organización rodeada de un aura de infalibilidad y eficacia forjada a lo largo de años. Sin embargo, esta aura no es equivalente en Israel, donde las acciones de estos superespías se cuestionan cada vez más y se considera que pueden desestabilizar una región que ya se encuentra al borde del desastre.
«Es una operación para Hollywood, no para la realidad de la región», resume Gideon Levy, escritor, columnista del diario Haaretz y premio Solokov de periodismo. Levy, que ha condenado entre otras acciones el asedio a Gaza, afirma en declaraciones a este periódico que la hazaña del Mossad además de radicalizar el conflicto servirá para afianzar más aún el pensamiento militarista en la sociedad israelí. «Pero esa forma de pensar que cree que la guerra y las acciones armadas son la solución es lo que nos va a llevar a una situación catastrófica», asegura.
Y es que el Mossad y sus operaciones han contribuido a fomentar un tipo de pensamiento en Israel en el que se justifican las acciones armadas de todo tipo con argumentos relativos a la protección del país. Para entender el ataque contra la milicia chiíta del Líbano hay que tener en cuenta un contexto que afecta de lleno al actual Mossad, dirigido por el militar David Barnea. En primer lugar, la sociedad israelí todavía no ha perdonado el fracaso histórico que supuso el 7 de octubre del 2023, cuando miles de militantes de Hamás consiguieron asaltar Israel desde Gaza, asesinar a más de mil ciudadanos y secuestrar a 250 personas. La leyenda que rodeaba a los espías se quebró como un vaso de cristal que cae de una ventana. Por ello, su intervención contra Hezbolá les reivindica. «Pero lo que también sucede es que la mayoría de la población israelí apoya cualquier tipo de acción contra Hezbolá, ya que se le considera el enemigo más peligroso, mucho más que Hamás», asegura Gideon Levy. La muerte de doce niños drusos en un campo de fútbol de Israel el 27 de julio por un misil de Hezbolá y la evacuación de miles de ciudadanos israelíes de la frontera son factores claves para analizar la última operación.
«El límite es el cielo»
Pero pese al éxito que ha supuesto la penetración de los agentes de Israel en Hezbolá, también hay voces como la del experto Yossi Melman que cuestionan algunas de sus consecuencias. «En 1967, en la Guerra de los Seis Días, la fuerza aérea de Israel destruyó 400 aviones de combate egipcios mientras estaban en sus hangares gracias a las operaciones de inteligencia. Eso permitió cruzar el Sinaí y conquistarlo en menos de una semana. Eso es lo que debería haber sucedido con la operación contra Hezbolá. Debería haber sido el primer disparo de una campaña más grande. No ha sucedido y se ha perdido la sorpresa».
Melman no duda de la brillantez de una operación cubierta que supuso, según lo poco que se conoce por el momento, poner en marcha en Hungría una fábrica de buscas y aparatos de comunicación para luego vender miles de esos dispositivos, cargados con seis gramos de pentrita, a Hezbolá y hacerlos detonar de forma simultánea. Esta misión se ha realizado, además, mientras la organización armada estaba obsesionada por la vigilancia electrónica israelí de sus comunicaciones, con lo que apunta a una infiltración en su cúpula. «Se ha demostrado que para los servicios secretos, el cielo es el límite», asegura el escritor.
Pero Melman duda de algunas cuestiones que se han hecho públicas como que la operación se adelantó por miedo a que los terroristas la detectasen. «En mi opinión, Netanyahu, obsesionado con mejorar su posición en las encuestas, apretó el gatillo. Y quizás, con ello, hemos perdido la joya de la corona. Si Israel tiene la intención de invadir el Líbano, Hezbolá reaccionará con miles de cohetes y misiles contra soldados y civiles en todo Israel. La penetración en su sistema de comunicación ha sido expuesta y sin duda, en el Líbano y en Irán , se sacarán consecuencias y habrá que empezar de cero», se lamenta Melman. «Quizás hemos echado a perder una herramienta de espionaje que llevó años levantar, puede que más de una década».