Kamala Harris: «Han muerto demasiados palestinos inocentes. Esta guerra tiene que terminar»
La candidata y vicepresidenta de EEUU pide el fin del conflicto Los demócratas temen que Netanyahu se posicione a favor de Trump
Con la cuenta atrás en marcha y ya en la recta final de las elecciones presidenciales de noviembre, la candidata Kamala Harris se sentó con el periodista Bill Whitaker para una entrevista en profundidad en un especial electoral del programa ‘60 Minutos’ de CBS. La entrevista es parte de la campaña de una semana de apariciones en los medios, diseñada por el equipo de Harris con el objetivo de continuar activando a los electores y dar a conocer su programa electoral al tiempo que sale al paso de las críticas. A pesar de algún pequeño forcejeo, Harris no se distanció mucho del guion, eludió algunas preguntas, y no desperdició ninguna oportunidad de criticar las posiciones de Trump para marcar el contraste con las suyas.
El periodista Bill Whitaker trató de sacar a Harris del programa electoral. Whitaker fue directo al grano y para empezar le hizo la pregunta más importante de la noche, y quizás, de toda la campaña: la escalada de la guerra en Oriente Medio corre el riesgo de convertirse en un conflicto que afecte a toda la región, ¿qué puede hacer Estados Unidos en este momento para evitar que esto se salga de control? Tras ofrecer la respuesta de siempre, nombrar el número de víctimas del «horrible» ataque de Hamás el 7 de octubre del año pasado, y el derecho de Israel a defenderse, la vicepresidenta añadió: «Han muerto demasiados palestinos inocentes. Esta guerra tiene que terminar».
Whitaker no la dejó escapar e insistió que después de los miles de millones de dólares en ayuda militar que se envían a Israel, el primer ministro Netanyahu se ha resistido a las presiones para aceptar un alto el fuego y no entrar en Líbano. ¿No tiene Estados Unidos influencia sobre el primer ministro Netanyahu?, preguntó.
En terreno pantanoso, Harris, disciplinada como siempre, no abandonó la respuesta hueca de su guión: el trabajo diplomático con los líderes de Israel para dejar claro «nuestros principios sobre la necesidad de que termine esta guerra» continua. Con todo, Harris se negó a valorar si el primer ministro israelí es «un aliado cercano de verdad», y contestó: «Tenemos una alianza importante entre el pueblo estadounidense y el pueblo israelí, sí». Y así, por elipsis, Harris dejó claro cómo están las cosas con el primer ministro israelí.
En el apartado económico, Whitaker le preguntó sobre cómo financiará sus propuestas, y Harris volvió a agarrarse a la respuesta estándar de hacer que los multimillonarios y las grandes corporaciones «paguen su parte justa en impuestos». «No es correcto», señaló Harris, «que maestros, enfermeras y bomberos paguen una tasa impositiva más alta que los multimillonarios y las grandes corporaciones», dijo. «Soy una servidora pública entregada, y, también soy capitalista», agregó. «Y conozco las limitaciones del gobierno».
El periodista de nuevo, no la dejó escapar e insistió «pero aquí estamos tratando con el mundo real», y volvió a la pregunta de cómo Harris conseguiría que el Congreso aprobara su plan, cuando «no ha mostrado ninguna inclinación a moverse en esa dirección». Harris respondió con solvencia señalando que en el congreso hay más apoyo para subir los impuestos a las rentas más altas de lo que parece.
El limitado número de entrevistas y encuentros de Harris en los medios de comunicación, debido a su propia reticencia a celebrar eventos no programados y evitar casi por completo las interacciones en directo con los votantes y la prensa, ha generado críticas entre los consultores demócratas.
Los colaboradores de su campaña, algunos parte del equipo de la vicepresidenta, están preocupados por su aversión al riesgo, y su agenda de campaña relativamente ligera, con menos eventos que Trump en las últimas dos semanas.
Aunque la campaña mediática no silenciará a los críticos de Harris, la vicepresidenta tendrá la oportunidad de llegar al cuarto de estar de millones de familias estadounidenses para conectar con el ciudadano corriente a través de formatos mediáticos menos formales.
A cinco semanas de la cita electoral estadounidense, los demócratas sospechan, cada vez más públicamente, que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, intenta influir en las presidenciales para inclinar la balanza a favor de Donald Trump, el candidato que cree le será más favorable. Sus acciones para socavar repetidamente los intentos de Joe Biden de negociar un acuerdo de paz en Gaza y la escalada contra Hezbolá e Irán en las últimas semanas, con el consiguiente peligro de un conflicto más amplio en la región, no han sido bien acogidas por la administración demócrata.
«Sin duda, me preocupa que el primer ministro Netanyahu esté observando las elecciones estadounidenses mientras toma decisiones sobre sus campañas militares en el norte y en Gaza», señaló el senador Chris Murphy (demócrata por Connecticut), miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, en una reciente entrevista a CNN.
La guerra en Gaza, y ahora en Líbano, se ha convertido en la prioridad de política exterior del Gobierno Biden, y ha puesto en evidencia la incapacidad de Washington de influir en una guerra que no sería posible sin su apoyo armamentístico. EE UU suministra el 68% del armamento de la guerra de Israel.
El conflicto de casi un año, «más que cualquier otra crisis, ha expuesto los límites del poder de EE UU», señaló Comfort Ero, presidente y director ejecutivo del grupo de expertos International Crisis Group.
Conocedor del impacto internacional y doméstico sobre la Administración Biden, el primer ministro israelí ha aumentado la presión sobre el demócrata en un delicado año electoral, en ocasiones cruzando la línea a la humillación pública, haciéndole ver como ineficiente y sin influencia en Oriente Medio. El efecto en la percepción pública ha incidido en exacerbar las divisiones sobre el conflicto dentro del Partido Demócrata, al tiempo que alienaba importantes sectores del electorado, como los progresistas, los jóvenes y los árabemusulmanes.
Netanyahu, que no ha devuelto el favor de su apoyo incondicional a Biden, ha mantenido una relación abierta con la oposición, que en julio le invitó a dar un discurso en el congreso, seguido de una reunión con Trump en Mar-a-Lago. Como consecuencia, la relación de Netanyahu con los demócratas se ha deteriorado, incluso con los más proIsrael, que se ha vuelto cada vez más conflictiva. Mientras los demócratas se ven forzados a no poder hablar del conflicto ni de Netanyahu, su crispación ha proporcionado una ventana de oportunidad electoral a los republicanos.
Libres de explotar la situación a su favor, la oposición ha acusado a la administración demócrata de ‘obstruir’ el apoyo a Israel, e incluso de «debilidad con Irán» que no ha dejado otra salida a Netanyahu que atacar al país.
Trump culpa constantemente a Biden de que «bajo su tutela» el mundo está «saliendo fuera de control».