Diario de León

‘Paracas’ en el patio trasero de Putin

España asume su mayor compromiso con la Otan con el mando de una brigada multinacional en Eslovaquia, lista ante una eventual extensión del conflicto con Rusia en el flanco este de Europa

Soldados del grupo avanzado en Kuchyña, bajo el mando del coronel Guillermo Paredes. EFE/EMAD

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Mateo Balín (Colpisa)
León

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Oremland, una antigua población de la antigua Checoslovaquia, fue utilizada por el ejército de la Unión Soviética para controlar su patio trasero hasta la caída del Muro de Berlín y la Revolución de Terciopelo en noviembre de 1989. Han pasado 45 años y este asentamiento fantasmal rodeado de robles, perdido en el tiempo con sus bloques de viviendas raídos y los vehículos destartalados, sirve ahora como centro de entrenamiento para la fuerza de la Otan desplegada en Eslovaquia.

Se trata de una misión multinacional que lidera desde enero pasado España en la localidad de Lest, en el centro del país y a tan solo 300 kilómetros de la frontera de Ucrania. Su cometido consiste en disuadir el afán expansionista de Vladimir Putin y reforzar la protección de los aliados que en su día fueron satélites de la URSS y hoy se están preparando ante una eventual agresión terrestre de Rusia.

El capitán Pablo Vicario, de 31 años, observa cómo accede por la calle principal de Oremland su escuadrón de caballería. Es la primera vez que el Regimiento Lusitania 8, con base en Marines (Valencia), despliega fuera de nuestras fronteras. La unidad tiene 300 años y su distintivo es una calavera con dos tibias cruzadas. En las 48 horas de maniobras realizadas esta semana le acompañan dos vehículos acorazados de combate de ochos ruedas con su imponente cañón de 105 milímetros. Son los llamados Centauro (España dispone de 84) y su cometido consiste en limpiar el perímetro urbano y contener los reductos enemigos.

«La de Ucrania es una guerra convencional donde se dirimen combates calle por calle. Reproducir estas situaciones nos permitan probar nuestras capacidades. Es un hito que el 8x8 esté aquí para dar fuego de cobertura», explica Vicario.

Su regimiento está encuadrado en la Brigada Almogávares VI de Paracaidistas, que junto a sus ‘hermanos’ del Nápoles 14 de Paracuellos (Madrid) componen el grueso de la fuerza española en Lest. De los 1.100 efectivos que integran una de las ocho brigadas multinacionales que dispone la Otan en los países aliados del flanco este, 800 son españoles (47 de ellas mujeres) y el resto son soldados eslovacos, checos, portugueses y eslovenos.

Desde el 15 de julio los ‘paracas’ asumieron el liderazgo del contingente, que cuenta con 200 vehículos motorizados, mecanizados y acorazados llegados por mar desde Valencia hasta Eslovenia y luego por carretera hasta Eslovaquia (un país del tamaño de Aragón con la población de la Comunidad Valenciana). En próximas fechas llegarán tres helicópteros de combate Tigre y NH-90 desde Ciudad Real y La Rioja, que se incorporarán al cuartel que España ha destacado en la base aérea de Kuchyña, donde están 33 militares.

«Ser nación marco de la misión implica asumir un papel de coordinación en las operaciones y de seguridad de la región. Supone la planificación y ejecución de los ejercicios, gestionar el grueso de la logística y asegurar el bienestar de la tropa multinacional», afirma el coronel ferrolano Francisco Calvo, jefe del contingente. Se trata de una fuerza de infantería media capaz de llevar a cabo operaciones tácticas terrestres y de maniobrar bajo su propio fuego para enfrentarse al enemiga. Para ello, utilizan vehículos ligeros de alta movilidad y transporte —se han desplegado 50 Vamtac que incorporan misiles contracarro Spike, con hasta cinco kilómetros de alcance— o seis carros de combate Leopard, que aporta el Ejército portugués.

Artillería, minas y drones

Pero España también cede otras capacidades de los paracaidista, como la unidad de artillería de campaña, los zapadores para abrir camino y los equipos de transmisiones o drones. «Podemos deplegar en 20 minutos y hacer fuego a 16 kilómetros», cuenta el capitán José Antonio Mochón, granadino de 31 años. En otro punto del campo de maniobras de 145 kilómetros cuadrados (similar a 14.500 campos de fútbol), el soldado almeriense Carlos Sánchez del Corral, de 26 años, da protección a los zapadores y auxilia al equipo de desactivación de explosivos. Es su primera misión. «Trabajar con este realismo es una experiencia muy enriquecedora», comenta. A su lado, el subteniente Vicente Cabello detalla cómo intervienen los sofisticados robots. Desactivador con experiencia en Afganistán, Líbano o Irak, este madrileño de 50 años asegura que en una situación de riesgo extremo pueden realizar una intervención completa en solo 90 minutos. «Se requiere serenidad, frialdad y trabajo en equipo. Nunca hay que confiarse», afirma Cabello, al que apodan ‘Tururú’.

El sargento cacereño Sergio Torrecilla, de 36 años, conoce bien las condiciones de dirigir esta sección. Durante su estancia en Líbano en 2007 fallecieron seis compañeros españoles en un atentado contra un BMR perpetrado con un coche-bomba. Y tres años después, cuando se encontraba en Afganistán, dos guardias civiles fueron tiroteados mortalmente por un talibán infiltrado. «Son tragedias que nunca se olvidan», confiesa.

Las maniobras defensivas con fuego real se extienden durante la gélida noche eslovaca. Participan 560 militares. El puesto de mando es un bullicio, los drones identifican el avance del enemigo y los tiradores de precisión esperan camuflados su momento. El Ejército está listo para actuar.

Soldados del grupo avanzado en Kuchyña, bajo el mando del coronel Guillermo Paredes. EFE/EMAD

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