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Kamala Harris y Donald Trump mantienen en vilo al mundo

Estrechar lazos con los socios de siempre es el objetivo de la demócrata, el republicano antepone la economía a todo lo demás

Figuras de terracota de Harris y Trump en una tienda de recuerdos y belenes. CIRO FUSCO

Publicado por
Zigor Aldama
Madrid 

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En torno a 244 millones de estadounidenses pueden votar en las elecciones del próximo martes. Si la participación alcanza el récord de las anteriores presidenciales (un 66,6%), algo más de 162 millones de personas depositarán su voto. Como apunta el Consejo de Asuntos Globales de Chicago, la mayoría lo hará movida por cuestiones locales, como la inmigración, la crisis de la vivienda, la inflación o el aborto, temas que han copado el debate político de la —todavía— mayor potencia mundial.

Entre los demócratas, el principal tractor del voto (69%) será proteger la democracia estadounidense, mientras que para los republicanos la cuestión más relevante es la economía doméstica (76%). Solo un 20% de los simpatizantes del partido de Kamala Harris y un 17% de quienes apoyan al de Donald Trump considera la invasión rusa de Ucrania un tema determinante, y la cifra cae aún más si se pregunta por la guerra entre Israel y Hamás (16% y 19%, respectivamente, en cada formación). En ambos conflictos, el porcentaje de quienes afirman que no les importa en absoluto es superior.

Sin embargo, la elección que hagan en las urnas acarreará profundas repercusiones para todo el planeta. Porque la política internacional de Trump y de Harris no puede ser más diferente: mientras el expresidente apuesta por anteponer siempre los intereses económicos y retirarse de cualquier conflicto geopolítico que no le reporte rédito —se vanagloria de no haber iniciado guerra alguna en su mandato—, la actual vicepresidenta aboga por dar continuidad al tradicional papel de Policía global que ha jugado el país y por estrechar lazos con los socios de siempre.

Por la onda expansiva que provocarán, los comicios se seguirán con especial atención en los principales centros de decisión política y económica, desde Bruselas hasta Pekín, y en países como Ucrania, Rusia, Israel o Taiwán aguardarán en vilo los resultados, porque determinarán en gran medida las acciones que tendrán que tomar a partir del año que viene, cuando el nuevo inquilino reciba las llaves de la Casa Blanca.

En la Unión Europea hay temor a los aranceles y a las decisiones en defensa. Dos asuntos son los que más preocupan en Europa ante una hipotética victoria de Trump. También en España. El principal es económico: el magnate ha prometido gravar con aranceles todos los productos importados, en una estrategia diseñada para promover la producción local, recaudar fondos para fortalecer la economía nacional y reducir el déficit federal. «Arancel es la palabra más bonita del diccionario. Y es mi palabra favorita», afirmó el republicano en el Club Económico de Chicago.

Putin en el horizonte

El castigo que propone será variable dependiendo del país, pero ha establecido el mínimo en el 10%. Y en Bruselas ya saben que no es un farol, porque en su primer mandato Trump ya impuso estos gravámenes al 14% de los productos que compra la superpotencia, incluidos el hierro, el acero y el aluminio europeos. Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid concluyó en 2020 que esos aranceles tuvieron un impacto notable en las exportaciones del bloque: en Alemania supuso una pérdida de casi 12.000 millones de euros, mientras que España fue el sexto país más afectado con una reducción de algo más de mil millones en las ventas a Estados Unidos.

Si Trump gana y cumple su amenaza, el impacto sería muy superior y en nuestro país podría afectar tanto a la industria como al sector agroalimentario, para el que supone el principal mercado fuera de la UE. Harris, sin embargo, rechaza los aranceles y, basada en multitud de estudios económicos, sostiene que acaban afectando sobre todo a los consumidores estadounidenses. La demócrata calcula que este ‘impuesto Trump’ supondrá un sobrecoste de entre 1.350 y 3.900 dólares al año para las familias de clases baja y media del país. A pesar de ello, el Ejecutivo de Biden no ha eliminado los aranceles que su antecesor impuso a China. Al contrario, los ha incrementado.

La otra gran inquietud europea frente a las elecciones es de índole geopolítica y militar. Porque Trump, en su bravuconería habitual, ha prometido que, si gana las elecciones, pondrá fin a la guerra de Ucrania incluso antes de ser investido. No ha explicado cómo piensa lograrlo, pero sus discursos han dejado claro que promueve reducir o eliminar por completo la ayuda que Estados Unidos ofrece a Kiev. Y eso haría que todo el peso de su defensa recayese sobre los hombros de la UE, que aún está lejos de comprometer un volumen de fondos (175.000 millones de dólares) y de armamento similar al que Washington ha enviado a la exrepública soviética y que, además, tiene que hacer frente en su seno a la división que promueven socios como Hungría.

Mantener el respaldo a Kiev o cerrarle el grifo Por eso, será en Kiev y en Moscú donde más atentos estén a los resultados de las presidenciales estadounidenses. De hecho, Vladímir Putin es uno de los pocos líderes que se han decantado públicamente por uno de los candidatos. Pero con una sonrisa traviesa. «Kamala tiene esa risa tan expresiva y contagiosa, se nota que le va bien. Trump es el presidente que ha impuesto más sanciones a Rusia en toda la historia. Si a Kamala le sigue yendo bien quizá no haga lo mismo», afirmó en un foro celebrado en Vladivostok donde sus palabras provocaron una sonora carcajada entre el público.

Los que deciden

En torno a 244 millones de estadounidenses pueden votar en las elecciones del próximo martes