Diario de León

OPINIÓN Enrique Vázquez

El rito antes de la guerra

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Dispensadores de cal y arena (en proporciones que van cambiando hacia la cal: la cooperación de Iraq en su desarme, aunque a regañadientes, empieza da frutos) los jefes de la inspección Blix y al-Baradei cumplieron ayer con sobriedad, casi laconismo en el caso del primero, su papel como actores que participan de un rito sutil pero rígidamente preestablecido. El Consejo les oyó con atención sabedor de lo que iban a decir: desearían seguir su trabajo (al-Baradei incluso dijo en The Wall Street Journal, que él está ya cerca de poder certificar el desarme atómico) pero aunque un tiempo adicional sería bienvenido no lo pidieron porque eso corresponde al Consejo: ellos son funcionarios. La expectación extraordinaria que rodeó al Consejo se había agrandado por la conferencia de prensa que -por sorpresa, un matiz que no debe ser ignorado- el presidente Bush convocó horas antes en la Casa Blanca. Sus declaraciones ofrecieron, además, una noticia: Washington sí pondrá a votación su proyecto de segunda resolución, un modo de saber quién es quién y cómo se comporta...Su secretario de Estado, Colin Powell, lo repitió ayer ante el Consejo: habrá voto. La impresión generalizada es que el intento anglo-americano-español gestionado por Londres de introducir ciertos cambios o hacer algunos añadidos al borrador disponible no ha podido cambiar la postura del cuarteto franco-germano-ruso-chino que, con matices y en función de su status en el Consejo, se opone a un ataque militar y pide más tiempo para concluir la inspección en un calendario bien precisado. Esto equivale a dar por seguro que la ofensiva militar es poco menos que inminente: el próximo fin de semana podrían caer las primeras bombas y hacia el 17, lunes, empezar la invasión por tierra. El presidente Bush dijo, cortésmente, que se avisará con margen para que los extranjeros, incluidos funcionarios, inspectores, trabajadores de ONG etc. puedan salir del Irak. Sorprendentemente, la aceptación por Londres de la continuidad en el poder de Saddam Hussein en caso de desarme completo y comprobable no ha producido emociones particulares. Tal vez porque la audaz propuesta no se compadece con la posición oficial norteamericana: «No, no es una opción. Nadie cree ni por un segundo que se pueda lanzar una operación militar para desarmarle y dejarle seguir al timón para que se rearme más tarde» (Ari Fleischer, portavoz de Bush, el lunes pasado).

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