Conocido como «el emblema de la democracia», Zoran Djindjic recibió varios disparos ayer en Belgrado
Estado de excepción en Serbia tras el asesinato de su primer ministro
La presidenta en funciones de Serbia, Natasa Micic, declaró ayer el estado de excepción tras el asesinato del primer ministro serbio, Zoran Djin
Un centenar de ciudadanos se congregaron frente al edificio del Gobierno, y otros tantos cerca de la sede del Partido Democrático para depositar flores y encender velas en memoria del primer ministro. Dos balas mortales disparadas por un francotirador desconocido pusieron fin este miércoles a la vida de Zoran Djindjic, el primer ministro de Serbia, de 50 años, que era considerado como el político que personificaba la esperanza de un futuro mejor para el país después de haber organizado con éxito la extraordinaria revuelta popular que puso fin al régimen de Slobodan Milosevic. «El primer ministro ha muerto como consecuencia de sus heridas a las 13:30 horas en el centro de urgencia», señaló el viceprimer ministro, Nebojsa Covic, al leer un breve comunicado oficial del Gobierno que consternó a la nación. La presidente en funciones, Natasa Micic dijo que el asesinato de Djindjic es un ataque al orden constitucional y «el mayor crimen contra la seguridad y la estabilidad» del país. «Este acto criminal es un intento de detener la emprendida lucha contra la delincuencia organizada, la democracia y las reformas en el país, nuestro retorno a la comunidad internacional, y poner en peligro la estabilidad no sólo de nuestro país, sino de toda la región (balcánica)», recalcó Micic. El atentado, que abre un nuevo capitulo de incertidumbre en Serbia, se produjo en una plaza de estacionamiento que se encuentra a la entrada de la sede del Gobierno serbio, cuando el político ya había descendido de su automóvil blindado y se aprestaba a ingresar en el edificio, escoltado por dos guardaespaldas que no lograron reaccionar a tiempo. Nadie había escuchado las detonaciones de los disparos. Las balas de grueso calibre hirieron a Djindjic en el pecho y en el estómago. La incertidumbre que inundó Belgrado poco antes del mediodía de ayer, no duró mucho tiempo. El Gobierno serbio afirmó ayer que un comandante de una unidad especial de la Policía, Milorad Lukovic, alias Legija, es el autor del atentado. Los enemigos en casa Zoran Djindjic era el político serbio más protegido del país y también el más amenazado a causa de su decisión valiente e interesada de enviar a los supuestos criminales de guerra de su país a La Haya para ser enjuiciados por el Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia y por su enérgica política de reformas. El preso más famoso extraditado a La Haya fue el ex presidente serbio Slobodan Milosevic. El último político que decidió entregarse voluntariamente, fue Vojislav Seselj, el líder ultranacionalista. Pero los verdaderos enemigos de Djindjic, nunca abandonaron Belgrado. Los serbios veteranos de la guerra y, en especial, las «Boinas rojas», un grupo especial formado por Milosevic, no habían ocultado su inquietud y su ira por la nueva ola de extradiciones a La Haya.