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Publicado por
León

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Aznar fue el primero que en un acto público tuvo que escuchar un rotundo «no a la guerra» expresado por un joven, al que por cierto no le trataron muy bien, como se pudo ver por la tele. Ana Botella también ha experimentado el rechazo de los ciudadanos a cuenta de la posición del Gobierno a favor de la guerra. Alberto Ruiz Gallardón y la ministra Pilar del Castillo también han engrosado el grupo de dirigentes populares increpados por grupos de ciudadanos que rechazan tajantemente que el Gobierno implique a España en una guerra contra Irak. También hay que añadir las quejas de alcaldes y concejales del PP de toda España, que ven como sus convecinos les reprochan que el Gobierno Aznar haga seguidismo de la política de Bush contra Irak. En algunos ayuntamientos los populares no han aguantado la presión ciudadana de manera que han votado resoluciones contra la guerra. Empieza también a haber dimisiones en las filas populares. Hay una rebelión ciudadana contra la política belicista de Aznar y por más que éste haya decidido pasar de la opinión pública, cada día aumenta el rechazo hacia el Gobierno y no sólo por avalar la guerra contra Irak. La política del PP hace aguas, porque es evidente que España ya no va bien. El próximo sábado hay convocada una nueva marcha por la paz en toda España y hay que rendir un tributo de reconocimiento y agradecimiento a los actores españoles, a las gentes del mundo de la cultura que son quienes están poniendo la argamasa para las movilizaciones contra la guerra. La verdad es que en nuestro país se echa de menos que Aznar no se parezca un poco a su amigo Tony Blair. Éste, al menos, afronta el problema de opinión pública que tiene, mientras que nuestro presidente no lo afronta, lo ignora, como si al ignorar a la gente, pudiera hacer desaparecer el problema. Pero el problema está ahí, el problema es que los dirigentes del PP son increpados por donde quiera que van. Y cuando un político sólo puede estar en un recinto cerrado con los suyos, o en actos donde no se permite la presencia de los ciudadanos, es que ese político ha perdido no sólo el afecto, también el respeto, de los ciudadanos. Aznar se ha encastillado y habla y actúa en nombre de España, como si España fuera suya. Es el presidente de un Gobierno democrático, elegido en las urnas, pero nadie le voto para que metiera a España en un conflicto bélico, y la opinión pública, la gente de este país se lo está diciendo alto y claro: no a la guerra, y desde luego no en nuestro nombre.

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