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OPINIÓN Antonio Papell

La democracia real en Irak

Publicado por
León

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El designio de construir en Irak una democracia política que «sirva de ejemplo a todo Oriente Medio» (Bush) es indudablemente encomiable, pero su materialización está, según parece, muy lejos de ser factible a corto plazo. Y, en todo caso, es impensable que la edificación de un régimen de libertades, basado en sutiles principios de tolerancia y de respeto ajenos a cualquier intransigencia extremista, pueda hacerse por decreto promulgado por un administrador civil que es, nada menos, un general norteamericano. Las dificultades eran presumibles desde mucho antes de la guerra. Irak se extiende sobre un territorio heterogéneo, acotado por el tiralíneas colonial en los años veinte del pasado siglo, en el que coexisten etnias distintas (kurdos, sabeos, chiíes, turcomanos, suníes, caldeos...) que profesan religiones diversas y entroncan con raíces culturales dispares. La idea de un «gobierno mosaico» que represente a todos los grupos étnico-religiosos enunciada por el general Garner es hermosa pero utópica. De momento, los chiíes, el 60% de Irak, ya han comenzado a movilizarse con la evidente intención de fundar un Estado islamista (aunque haya distintas corrientes, más o menos estrictas). Y su tono no es precisamente conciliador. Esta democracia ejemplar al estilo occidental que se pretende sólo brota con naturalidad de entornos sociales aculturados en la convivencia después de traspasar un determinado umbral de prosperidad, sin el cual el concepto no tiene ni siquiera sentido. Irak no reúne ninguna de estas condiciones. Una cosa es derribar una dictadura y otra muy distinta crear las sutiles condiciones para que germine la libertad real.