Diario de León
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Francis Pisani Especial para SAN FRANCISCO.
León

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La superioridad militar de Estados Unidos se debe sobre todo a su uso sofisticado de las tecnologías de la información. La máquina de guerra funciona gracias a la circulación de una cantidad considerable de información en tiempo real entre los servicios y las unidades en combate. Las fuerzas especiales, cuyo papel en la batalla de Bagdad fue determinante, coordinan directamente sus acciones con los pilotos en misión sin pasar por ninguna instancia alejada del terreno de operación. «La rápida circulación de la información nos permite atacar un objetivo en sólo unos pocos minutos; a veces, ocho a diez minutos», explica John Arquilla, profesor de estrategia militar en la Escuela Naval de Monterrey. Durante la guerra del Golfo se requerían 10 horas entre el momento en que se detectaba el objetivo y la intervención de la aviación. La tecnología más innovadora es la de las microondas invisibles dirigidas a un punto específico. Es capaz de inutilizar sistemas de comunicación y microprocesadores. «Mientras que un horno microondas típico genera menos de 1.500 vatios de poder [para penetrar un recipiente y cocer la comida], la División está trabajando con equipos que pueden generar millones de vatios de poder», explica el laboratorio de investigación de la Fuerza Aérea de EE.UU.. «Cuando estas microondas se topan con aparatos de microelectrónica modernos, los resultados son devastadores para los elementos electrónicos, causando que se quemen o que no funcionen debidamente o del todo». Las microondas dirigidas no matan y tampoco implican la destrucción de fuentes de electricidad. Son ideales para la guerra en una ciudad como Bagdad. La mayor precisión con la que ahora se cuenta tiende en efecto a incentivar a los oficiales a lanzar más bombas y bombas más potentes, ya que confían en poder evitar los daños colaterales. La logística, por su parte, adoptó a las tecnologías más sofisticadas de las empresas del sector privado y aplica al arte de la guerra la «administración justo a tiempo». La pieza clave se llama RFID o Identificación de Radio Frecuencia. Son etiquetas electrónicas que permiten ubicar el objeto al cual son adosadas y seguir sus movimientos. Benetton acaba de encargar 15 millones para sus productos. Su utilización masiva por parte de las fuerzas armadas estadounidenses es una parte esencial de la «revolución en los asuntos militares» favorecida por el Pentágono. Las etiquetas tienen un microprocesador que guarda datos relativos al objeto en cuestión y una antena de radio para comunicarlas. Escaneada en cada etapa de sus desplazamientos, la información se guarda en bases de datos accesibles desde cualquier parte del mundo gracias a los sitios web propios de los militares. «El dominio de la logística es tan vital en la economía digital como lo fue para el extraordinario éxito del Imperio Romano». Y Dag Ericsson, profesor sueco de e-logística, hace eco de esto mismo cuando afirma: «El arte y la ciencia de la logística han sido fundamentales para el éxito de aquellas naciones que buscan expandir sus territorios a lo largo de los siglos».

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