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León

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Una revuelta popular está a punto de estallar en Bagdad ante el vacío de poder, la falta de salarios, la inseguridad y la tomadura de pelo del autoproclamado gobernador de Bagdad, Mohsen Zubeidi, que instó a miles de iraquíes a rellenar solicitudes de trabajo que han ido directamente a la papelera. Cientos de iraquíes curiosos se concentraron ayer ante el Hotel Palestina, del que ya se han retirado las tropas estadounidenses, que lo custodiaban mientras fue sede de la Administración civil de EE. UU.. Los iraquíes han intentado penetrar en el hotel sin lograrlo ante la resistencia de los empleados y algunos soldados estadounidenses que estaban dentro. Durante tres semanas, bajo un sol de justicia, tras las alambradas y ante los tanques de EE. UU. y soldados que les han apuntado, cientos de civiles han rellenado solicitudes de trabajo sobre los capós de los coches, en el suelo o en las espaldas de sus compañeros. Todas ellas las iban entregando a los soldados, que supuestamente se las transferían al gobernador de Bagdad, que ya ha sido cesado, y que les prometió trabajo y pagar inmediatamente los sueldos. Casi un mes después de la entrada de las tropas estadounidenses en Bagdad, los iraquíes se encuentran con un Ejército de ocupación extranjero y sin ninguna administración civil que les aconseje, ni viso de gobierno de transición. «Bush, Bush, Bush, Ali Babá», coreaban los manifestantes. «Queremos un Gobierno iraquí, queremos trabajo. Hemos rellenado solicitudes. ¿Dónde están?», gritaban ante un retén de soldados de EE. UU. en la entrada del hotel. El Ejército de Estados Unidos ha contratado a algunos policías y antiguos miembros del ejército iraquí como asistentes. Por ahora les han entregado 20 euros, pero se desconoce si recibirán más salarios. Un ingeniero civil, Mohamed Mustafa Ahmed, de 38 años, dice que no ha recibido salario desde el mes de marzo, aunque cobraba el «equivalente a 30 huevos», es decir un euro y medio al mes. Los iraquíes exigen a Estados Unidos que garantice sus derechos fundamentales de seguridad y trabajo. «Hay niños de 10 a 12 años armados con pistolas por las calles que amenazan a cualquiera para robarle», explica Ahmed. La mayoría de las familias iraquíes permanece en sus casas ante los numerosos disparos que se registran todos los días o las mortales explosiones en gasolineras, en depósitos de armas, además de los Ali Babá o saqueadores que prosiguen sus campañas de pillaje.

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