Cerrar
Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

Creado:

Actualizado:

PAUL BREMER debió oír los disparos desde su despacho en el Palacio Republicano, sede de la antigua presidencia iraquí donde él ejerce como Jefe del régimen de ocupación: soldados norteamericanos abrieron fuego ayer en Bagdad contra una manifestación de soldados y oficiales iraquíes dados de baja por decreto. El peor de los escenarios: dos muertos y un herido entre los manifestantes cuyas demandas mezclaban el pago de sus salarios y la amenaza de engrosar la embrionaria resistencia si esto sigue así. ¿Así, cómo? Al borde del hambre. Bastantes de los dados de baja recibieron un subsidio de cien dólares por una sola vez y han caído en la economía informal, la venta de saldo de sus armas como soldados u oficiales y el contrabando en pequeña escala. La demostración no era la primera y sus instigadores pueden decir sin mentir que habían anunciado nuevas marchas cada vez más activas y prometido pasar a mayores si alguien no arreglaba su situación, derivada de la muy abrupta y súbita decisión que tomó Bremer apenas llegado a Bagdad: liquidar de oficio nada menos que las fuerzas armadas iraquíes, cuando la versión blanda más prudente y, por lo visto, más adecuada pasaba por contar con los efectivos básicos no vinculados a operaciones de represión o cercanos al clan presidencial (los al-Majid). Por si fuera poco, tres soldados norteamericanos fueron abatidos por francotiradores en acciones de comando y el martes habían muerto otros tres: uno por el disparo de un tirador de elite, otro que murió a consecuencia de heridas sufridas días antes y el tercero en un accidente no hostil de los numerosos que sufren los convoyes norteamericanos en las arduas tareas de ocupación. Estos hechos oscurecen avances en otros ámbitos y, como se producen en país sunní (centro-oeste de Irak) dejan ver la táctica chií, centro-sur, que hábil y astutamente ha optado por la protesta pacífica en el cauce reglamentario. El viernes pasado diez mil manifestantes pidieron educadamente en Basora a la guarnición británica que hiciera el favor de pasar la administración de la ciudad a nativos y se largara lo antes posible. Y, mientras, en Londres se reconocía que los cálculos del gobierno sobre su misión en Irak estaban equivocados: habrá que estar allí unos cuatro años...