Los Quince creen que el texto es sólo «una buena base» para construir la Europa de los 27 países y 450 millones de habitantes
La UE acoge la primera Constitución con murmullos de desaprobación de Aznar
Chirac comprende las dudas de España, pero dice que no hay «una solución a todos los problemas»
La primera edición lujosa del proyecto de Constitución europea está escrita en griego y encuadernada en unas tapas azuladas con remarques dorados. Se trata del tomo que el presidente de la Convención, Valéry Giscard d'Estaing, depositó ayer en manos del primer ministro de Grecia, Costas Simitis, para escenificar la puesta de largo de un texto que regulará el funcionamiento de una Unión Europea integrada por hasta 27 países. Los líderes europeos brindaron una calurosa acogida a un documento constitucional que, pese a tratarse de un mero borrador, entienden que debe ser «una buena base» para que los Estados miembros empiecen a negociar la versión definitiva del texto. Simitis, que compareció ante los periodistas flanqueado por Giscard y por el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, expresó su «satisfacción» porque el país que vio nacer la democracia y la cultura occidental es ahora el encargado de lanzar un bosquejo de Carta Magna para los 450 millones de ciudadanos que en el 2004 formarán la UE. El texto constitucional superó oficialmente con buena nota su primera gran prueba de fuego, pero en el complejo turístico de Porto Carras, donde se celebra la cumbre europea de Salónica, el proyecto se acogió con murmullos de disconformidad y se plantearon algunas dudas por boca de los que Giscard no dudo en calificar de «euroescépticos». La ministra Ana Palacio, temerosa de que España pueda perder parte de su peso política en Europa, advertía que «no es conveniente sacralizar el texto», pues todavía deberá ser pulido por los Gobiernos. El presidente español, José María Aznar, recordó que «hay varios países que tienen puntos de vista abiertos» y aseguró que será necesario volver a discutir para llegar a un acuerdo «equilibrado y razonable». Ahora bien, Giscard d'Estaing cerró la puerta a cualquier posibilidad de tocar de nuevo el reparto de poder entre países al augurar que «no creo que la CIG vaya a ir más lejos que nosotros, porque hemos ido al límite de lo que podíamos». Algo más conciliador, el presidente galo, Jacques Chirac, dijo «comprender» la preocupaciones expresadas por España y Polonia, que temen perder poder político en la futura Europa, pero recordó que «nadie ha encontrado la solución a todos los problemas». El texto tiene que estar en mayo.