«Por el amor de Dios, incluyan el cristianismo»

Aunque el Dios de los cristianos está presente en todas partes, lo cierto es que hay que hay que agarrarse a la fe, más que a una lupa, para poder encontrar su rastro en el proyecto de Constitución europea. La mención de la religión en el futuro texto constitucional volvió a convertirse ayer en una cuestión sensible que dividió a los jefes de Estados y de Gobierno de la Unión, hasta el punto de provocar una creativa petición del primer ministro portugués, José Manuel Durão Barroso: «Por el amor de Dios, incluyan el término de cristiandad», defendió. Portugal no es el único país insatisfecho con que el preámbulo de la Carta Magna resuelva la cuestión apelando a las «herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa». España, Polonia, Italia, Irlanda y Austria se expresaron en la misma dirección, en contra de la opinión de socios como Francia, dispuesta a defender a capa y espada la laicicidad del futuro tratado. El presidente español, José María Aznar, comentó ante los periodistas que en el texto «se habla de la herencia griega, romana y religiosa... y sólo se trata de poner una coma para añadir herencia cristiana», dijo, algo que no obedece a una motivación religiosa, sino a razones históricas. También Polonia se negó a considerar este debate como cerrado, y anunció que para este país es una cuestión de «interés nacional».