Las milicias, que intentan tomar la capital en una cruenta batalla, exigen la dimisión del presidente
Bush se involucra en la guerra de Liberia para frenar las matanzas
Trescientos civiles han muerto y mil fueron heridos en las 48 horas que dura la ofensiva rebelde
George W. Bush instó ayer al presidente de Liberia, Charles Taylor, a abandonar el poder para frenar el baño de sangre que tiene lugar en su país. Al menos 300 civiles han muerto y más de 1.000 han resultado heridos en 48 horas durante la ofensiva lanzada por las milicias rebeldes para la toma de Monrovia, según informó ayer el ministro de Salud liberiano, Peter Coleman, quien, sin embargo, no indicó el número de bajas en las filas gubernamentales y rebeldes. Según el delegado de la Cruz Roja en Monrovia, el español Jordi Raich, es imposible confirmar ni desmentir la cifra de muertos, ante «la caótica situación». Los feroces combates llevaron a Gran Bretaña a pedir la intervención de EE?UU. Pero Washington descarta envíar una fuerza de paz. En un discurso dedicado a África, donde viajará en julio, Bush sólo instó a Taylor a dejar el poder, tal como exige el alto el fuego firmado el pasado día 17 .Las fuerzas leales a Taylor expulsaron ayer del puerto de la capital a los guerrilleros del grupo Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia (LURD). Según el ministro de Defensa, Daniel Chea, los rebeldes se retiraron ayer a un puente sobre el río Saint Paul, a unos 10 kilómetros del centro de Monrovia, tras desalojarlosde la posición que ocuparon en Duala, un acceso clave a la capital. Chea atribuyó a LURD los disparos de mortero que alcanzaron el miércoles una dependencia de la embajada estadounidense, que causó al menos siete muertos. Algunos testigos indicaron, sin embargo, que los disparos de mortero fueron hechos desde posiciones del Ejército. El LURD pretenden derrocar a Charles Taylor, pero este reiteró el miércoles que no piensa dejar el poder ni huir. Mientras, miles de aterrorizados civiles están atrapados entre los combates y el océano Atlántico. Cruz Roja instó a las partes en conflicto que respeten en derecho internacional humanitario, sobre todo en lo referente a la distinción entre población civil y combatientes, con la consiguiente obligación de proteger a aquellos de cualquier acto de violencia y de cualquier atentado contra su dignidad. Esta distinción también debe aplicarse a los bienes de uso civil frente a los objetivos estrictamente militares. Asimismo, los combatientes que se rindan o que estén fuera de combate, ya sea por estar heridos o por haber sido capturados, no pueden ser atacados y deben ser tratados con humanidad, prosigue el Comité. que denuncia las violaciones del derecho internacional humanitario. El carácter encarnizado del conflicto, que ha desplazado a varias decenas de miles de personas, preocupa cada vez más a la comunidad internacional, que se plantea incluso una intervención militar para frenar el derramamiento de sangre. El régimen de Taylor está sometido a las sanciones de la ONU por su tráfico con armas y diamantes, y sobre el propio presidente liberiano pesa una orden de búsqueda del Tribunal Especial para Sierra Leona por crímenes de guerra y contra la humanidad, cometidos con su presunta colaboración por los rebeldes sierraleoneses en la guerra en este país. Ambos bandos firmaron la semana pasada un acuerdo de armisticio en Accra (Ghana), después de que Taylor asegurase que estaba dispuesto a dimitir si ello servía para poner fin a las luchas que azotan a Liberia desde la década de los 90. Los rebeldes rompieron la tregua, acusando al mismo tiempo al Ejército de haber reanudado las hostilidades, después de que el mandatario liberiano se retractara de su promesa y reiterara que pretende presentarse nuevamente como candidato en las presidenciales previstas para octubre próximo. Taylor asumió la presidencia tras triunfar en las elecciones de julio de 1997, celebradas tras una sangrienta guerra civil lanzada siete años antes por su Frente Patriótico Nacional de Liberia (FPNL) y en la que murieron 200.000 personas. La historia se repite en un país desangrado.