El presunto traficante, que alabó los atentados del 11-S, cayó en la trampa de la organización
Prisión sin fianza para un británico que intentó vender un misil ruso al FBI
Las armas estaban destinadas a impactar contra aviones comerciales en Estados Unidos
«Los terroristas que amenazan América acaban de perder un aliado en su intento de matar a nuestros ciudadanos», anunció satisfecho el fiscal estadounidense Christopher J. Christie, tras poner frente a la juez de Nueva Jersey Susan Wigenton al hombre que vendía misiles rusos, supuestamente para tumbar aviones de pasajeros. La investigación ha durado año y medio y ha sido el fruto de una estrecha colaboración entre el FBI americano, el M-15 británico y el FSB ruso, sustituto de la antigua KGB. Ésta es, según el portavoz de la FSB, la primera operación conjunta de ese tipo desde los tiempos de la Guerra Fría. Los detenidos son Hermant Lakhani, Moinuddeen Ahmed Hameed y Yesuda Abraham. En contra de las apariencias y los prejuicios, los que se regocijaban con la idea de derribar en el aire aviones comerciales de pasajeros no eran Ahmed Hameed y Jesuda Abraham, joyeros de la Quinta Avenida que aceptaron lavar el medio millón de dólares que se derivaría de la operación, sino Lakhani, el ciudadano británico de 68 años y aspecto respetable que había dejado su bonita casa a las afueras de Londres para volar a Newark y cerrar la operación. Para su sorpresa, el contacto que quería comprar el misil SA-18 Igla importado clandestinamente de Rusia resultó ser un agente del FBI, con el que había mantenido horas de conversación, convenientemente grabadas en vídeo, halagando las acciones de Osama bin Laden y animándole a nuevos atentados terroristas con los misiles rusos. El misil que logró introducir en EEUU a través de un puerto de Boston, estrechamente vigilado por las autoridades de tres países, había sido intencionadamente desactivado. La juez no tuvo piedad con Lakhani, presunto traficante de armas sin escrúpulos, para el que ha decretado cárcel sin fianza al menos hasta la audiencia que se producirá el próximo miércoles día 20. Aunque el FBI asegura que no hay ninguna amenaza en vigor para atacar líneas aéreas la idea tiene antecedentes y ha causado alarma. Dos misiles soviéticos SA7 fallaron por muy poco el año pasado a un avión israelí, mientras que otro parece ser el culpable de la explosión de un vuelo en Kenia. Los legisladores estadounidenses han puesto la vista en los sistemas de defensa que permitirían a los aviones destruir esos misiles antes de que les acertasen, pero el costo es, de momento, demasiado alto a juicio del Gobierno estadounidense: 10.000 millones de dólares para los 6.800 aviones comerciales del país. No tanto a juicio de la senadora californiana Barbara Boxer, que recuerda que una simple máquina para revisar equipajes cuesta un millón de dólares.