Diario de León

| Análisis | Los errores de la Casa Blanca |

El estrepitoso fracaso del presidente Bush

George W. Bush en una de sus últimas intervenciones públicas

George W. Bush en una de sus últimas intervenciones públicas

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A. Papell - madrid
León

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? La controvertida decisión de invadir Irak adoptada por la administración Bush, con el argumento de proseguir así la «lucha antiterrorista», está despeñándose en el precipicio de sus propios errores del planteamiento. El gravísimo atentado del martes contra la misión de ONU en Bagdad y la matanza cometida el mismo día por un extremista palestino en las calles de Jerusalén son la rúbrica siniestra de un colosal fracaso de la iniciativa norteamericana en el Próximo Oriente. Como es natural, el poderoso ejército anglo-norteamericano que se empeñó en derrocar el régimen de Sadam Huseín consiguió una espectacular victoria en poco tiempo. Quienes tomaron o respaldaron tal iniciativa pensaban que el éxito de la misión militar haría olvidar rápidamente las fundadas objeciones a la legalidad de la operación que plantearon, entre otros, Francia y Alemania, así como buena parte de la opinión pública internacional. Están fallando todas las previsiones que los estrategas norteamericanos había realizado sobre la posguerra iraquí. Ningún teórico de la guerra puede ignorar que no es lo mismo ganarla en el campo de batalla que controlar el territorio del adversario. Bush, en su patética linealidad, había creído que consiguiendo la ocupación, que no planteaba demasiados problemas, lograría fácilmente la pacificación, la estabilización y hasta la construcción en pocos meses de una democracia moderna al estilo occidental. E incluso llegó a pensar que la lección que ha dado a los díscolos iraquíes persuadiría a los palestinos de la conveniencia de aceptar cualquier plan de paz con Israel que les propusiese. Bien a la vista está que poco se parece la realidad a lo imaginado. Lo más grave del fracaso norteamericano es que esta forma brutal de combatir teóricamente el terrorismo ha conseguido unos efectos perversos y perturbadores que van justo en la dirección contraria: hoy, Irak es un verdadero imán que atrae a todos los terroristas de la región; no era seguro que Al Qaeda tuviera células en Irak, y hoy nadie discute que las tiene, y el odio reconcentrado que está manando a borbotones de la crisis iraquí no sólo no ha aplacado a los extremistas palestinos sino al contrario. En suma, a estas alturas, cuando el Próximo Oriente se encuentra de nuevo en un callejón sin salida, el único beneficio que podría derivarse de los penosos acontecimientos es que Bush perdiera toda opción a seguir siendo presidente. Nos libraríamos así de un peligroso y primitivo visionario que no ha acertado a detectar ni mucho menos a combatir las grandes y verdaderas amenazas que nos acechan.

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