Conmoción por la muerte del ayatolá en la zona que controlarán los españoles

Las escenas de tristeza, desolación y conmoción ensombrecieron ayer Nayaf, zona que pasara a control de los soldados español, tras la muerte del ayatolá chií Muhamad Baqer Al-Hakim, fallecido en el atentado del viernes frente de la mezquita del Iman Ali. Grupos de chiíes protestaron en las calles por la muerte de Al-Hakim, dirigente del Consejo Supremo para la Revoluvión Islámica en Irak, y amenazaban con venganza. «Juramos por Dios que vengaremos la muerte de Al-Hakim», coreaban al unísono unos. «Dios es grande, queremos la sangre de Al-Hakim», gritaban otros mientras se golpeaban rítmicamente en el pecho. «Los iraquíes rechazan este crimen y garantizan que los ejecutores y todo aquel que quiera crear división entre los musulmanes serán castigados», advertía una pancarta. Talib Kandil, estudiante, afirma que el atentado del viernes es parte del «patrimonio de Sadam Husein». Muhamad Musa, un taxista, está convencido de que «ha sido un ataque planeado por EE.UU. y Sadam Husein. Sólo ellos tienen la capacidad de ejecutar un ataque tan devastador».