Moncloa se ampara en el secreto del espionaje para proteger a Aznar

El Gobierno ni confirmó ni desmintió la veracidad de los informes del Centro Nacional de Inteligencia que niegan los vínculos entre el régimen de Sadam Huseín y la organización terrorista Al Qaida, uno de los argumentos esgrimidos por José María Aznar para justificar el apoyo de España a la guerra contra Irak. El Ejecutivo se parapetó en «el secreto y la confidencialidad» de los documentos de los servicios de inteligencia para negarse a comentar su contenido. El nuevo portavoz gubernamental, Eduardo Zaplana, a lo más que llegó fue a sostener que la interpretación que se ha dado a los papeles del CNI es «sesgada y manipulada». En su primera comparecencia después de un Consejo de Ministros, Zaplana tuvo que lidiar con el asunto ante la larga cambiada que dio el titular de Defensa para zafarse del asunto. Federico Trillo, de quien depende el CNI, advirtió de que los informes que el director de los servicios de espionaje, Jorge Dezcallar, expuso en la comisión de control del gasto de los fondos reservados del Congreso constituyen un asunto que afectaba «al conjunto del Gobierno» y, en consecuencia, la persona apropiada para contestar era el portavoz del Ejecutivo. Zaplana, al lado de Trillo, salió como pudo del atolladero. De entrada, denunció «la irresponsabilidad» de las fuentes que filtraron el contenido de la reunión a puerta cerrada con Dezcallar. Pero no los desminitió.