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efe | washington

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Un nuevo libro sobre Ronald Reagan, basado en sus cartas manuscritas, demuestra que estuvo mucho más involucrado en la presidencia de lo que se creía y da pistas sobre su inseguridad en torno al sexo y su odio contra el comunismo. Reagan: su vida en cartas (Reagan: a Life in Letters ) está ya a la venta pero la maquinaria publicitaria se puso en marcha un día antes, ya que la revista Time divulgó el lunes 14 de las más de 5.000 cartas dictadas o escritas a mano por el «Gran Comunicador». El libro es producto de una extensa investigación de Kiron Skinner, profesora de la Universidad Carnegie Mellon, que dio con las cartas en 1996, mientras preparaba un libro sobre la Guerra Fría. Skinner contó con la ayuda y venia de la ex primera dama Nancy Reagan, dedicada a preservar la memoria de su esposo, de 92 años y afectado por el Alzhéimer. El libro se suma al volumen de artículos y documentales sobre la vida de Reagan, idolatrado por los republicanos y cuya filosofía impregna ahora la presidencia de George W. Bush. La compilación de cartas sirve para pulir aún más la imagen y legado de Reagan en el ocaso de su vida. En ese sentido, el libro excluye partes importantes sobre su relación con su madre y su padre alcohólico y su primer matrimonio con la actriz Jane Wyman. Las cartas ofrecen una pequeña ventana a su mundo interior, en el que parecía más a gusto con un público invisible. Esto no sorprende porque Reagan comenzó su vida pública como un locutor de radio y luego pasó al cine, pero nunca perdió contacto epistolar con sus fanáticos. Su biógrafo oficial, Edmund Morris, lo describe como una figura inescrutable, un político que solía dormirse en las reuniones, a quien las anécdotas le valían como análisis y, en alguna ocasión, se preparó para una cumbre importante viendo la película musical The Sound of Music. Lo curioso, según admite en un ensayo paralelo su hija Patti Davis, es que Reagan era mucho más expresivo en las cartas de lo que era en persona porque, sobre el papel, daba rienda suelta a sus pensamientos más íntimos. Así, las cartas describen al hombre que combatió al comunismo en las selvas de Centroamérica siendo un fanático de Snoopy y, en un plano más serio, abrumado por sentimientos de culpa en torno al sexo. En una carta de 1951, Reagan confiesa a un viejo amigo que «incluso en el matrimonio me siento culpable en el sexo, como si todo ello estuviera emparentado con el demonio». Ese mismo año, en una carta a su amiga Florence Yerly, Reagan ofrece consejos sobre la vida, el amor y los hombres, y conforta a la viuda diciéndole que «tienes mucho que ofrecer a un hombre que valga la pena».Si en la intimidad era inseguro, en la vida pública Reagan volcaba mucha energía e idealismo, como cuando acuñó el famoso término de «Imperio del mal» para definir a la Unión Soviética. Tras escapar un intento de asesinato en 1981, Reagan envió una carta de cuatro páginas al líder soviético Leonidas Breznev, en la que le planteaba, en plena Guerra Fría, trabajar juntos para reducir las tensiones entre EE.UU. y la URSS. «¿Será posible que hemos permitido que la ideología, las filosofías política y económica y las políticas gubernamentales nos impidan analizar los problemas muy reales que afrontan nuestros pueblos?», escribe Reagan en la carta a Breznev. Según la revista Time , esa misiva a Breznev creó tensiones entre la Casa Blanca y el Departamento de Estado, que insistió en que se enviase una carta redactada en tono menos personal. Reagan se impuso y al final se enviaron las dos cartas.