OPINIÓN
Los calendarios
DEFINITIVAMENTE, Washington ha empezado a modificar el rumbo de su acción en Irak, se acerca al planteamiento francés y su cambio, discreto en los procedimientos, se expresa abiertamente en los calendarios. Ayer, en el New York Times , Colin Powell dio una indicación neta al respecto al reconocer que el proyecto de nueva resolución, sin fecha concreta, pedirá al Consejo interino que «disponga una Constitución en seis meses...» lo que permite recordar la fórmula del presidente Chirac, según la cual la restitución de la soberanía a los iraquíes «debe ser cuestión de meses, no de años». A esa indicación cronológica se une otra: el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, el más ardoroso defensor de la intervención militar y halcón arquetípico, dijo a legisladores el jueves que probablemente habría «significativas fuerzas militares norteamericanas hasta finales del 2003». Las dos fechas son, o podrían ser, complementarias: en el marco de la Constitución habría rápidas elecciones y con un parlamento y un gobierno nacionales, los Estados Unidos podrían considerar la salida... ¿Así de fácil? Así de conveniente. Algunos medios no han vacilado en considerar las palabras del subsecretario como una indicación de que los estrategas del partido republicano están pensando, como Maquiavelo recomendaba al gobernante, en «hacer de la necesidad, virtud». Y convertir la vuelta a casa en el argumento central de la reelección de George Bush que, de otro modo, estará en grave peligro. Se dice, incluso, que en su reunión con los críticos del Consejo de Seguridad, Colin Powell habría hecho saber que se podría cambiar cualitativamente, para mejorarlo, el papel que se atribuiría a la ONU: del vaporoso «vital» al concreto «central». Todos contentos Lo bueno de este diseño es que, si sale bien, podría contentar a casi todo el mundo: a los duros, que habrían sabido echar a Sadam y liquidar su régimen; a los hostiles a la intervención, que habrían impuesto su criterio de rápida devolución de soberanía y recuperado a la ONU, no tan irrelevante, en una jugada de alcance tal vez histórico; a la opinión progresista, que quiere derrotar políticamente lo que tiene por operación neo-colonial y a los vecinos de Irak, que desean la rápida evacuación del ejército americano.