Los fundadores de la UE cierran filas en torno al proyecto de constitución
Arcos monumentales, fuentes grandiosas y columnas que dan lustre a cualquier imperio. Así es el barrio de EUR, situado en la periferia de Roma, pensado por Mussolini en los años treinta como la «ciudad ideal» para magnificar su régimen. A este escenario que derrocha mármol y estatuas llegan hoy los líderes europeos para empezar a discutir el contenido de la futura Constitución de la UE. Las posiciones están muy divididas y la posibilidad de alcanzar un acuerdo antes de finales de año es, a los ojos de muchos, una misión casi ilusoria. Sólo los seis socios fundadores de la UE -Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo-, a los que esta vez se ha unido el Reino Unido, han cerrado filas en torno al borrador constitucional elaborado por la Convención tras 16 meses de intensas discusiones. En opinión del ministro de Exteriores francés, Dominique de Villepin, en el proceso de debate que se abra ahora hay que limitar las modificaciones a simples «ajustes» y «aclaraciones», lo que es una advertencia hacia los países más descontentos con el texto, entre los que se encuentran España y Polonia, que temen que la Constitución consagre su pérdida de influencia política en la futura Europa. Es más, los fundadores sostienen que cualquier país que proponga cambios de calado debe asegurarse de que tiene un «consenso alternativo», similar al menos al alcanzado por la Convención, algo que en estos momentos no están en condiciones de cumplir Madrid y Varsovia. Sin embargo, las primeras discusiones celebradas en Bruselas a nivel de ministros de Exteriores parecen confirmar que el principio del «consenso alternativo» tiene muy pocas posibilidades de ser respetado. De hecho, Austria y Finlandia también han expresado su pataleo contra el borrador constitucional.