Diario de León

ANÁLISIS

El deseo de estar entre los «grandes»

Publicado por
DOMINGOS SAMPEDRO
León

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PAÍSES como Irlanda estarían más gusto en una Europa que se declarase más cristiana. Otros, como Luxemburgo, lucharán hasta el final la posibilidad de tener siempre un comisario en Bruselas. El debate en torno a la Constitución Europea mantiene varios puntos de fricción, pero a estas alturas se ha convertido ya en una guerra abierta por controlar las decisiones y el devenir de un inmenso club, que el próximo año agrupará a 25 países y a 550 millones de habitantes. España, que hasta ahora mantenía una capacidad de influencia similar a la de los grandes países (Alemania, Reino Unido, Francia e Italia), se juega en este debate el estar en el grupo de cabeza o, en cambio, el verse relegado a un país de tamaño «mediano». En el año 2000, cuando se pacto el Tratado de Niza, España logró superar el primer intento de la UE de rebajar su peso político, aunque para ello tuvo que sufrir un ligero desgaste. Gracias a que aceptó perder 14 eurodiputados y un comisario, Madrid logró mantener 27 votos en el Consejo -el principal órgano de decisión-, es decir, sólo dos menos que Alemania, pese a que este país posee el doble de población. Aznar logró en Niza la posibilidad de seguir tuteando a los grandes , pues en la práctica tenía las mismas posibilidades que Alemania de bloquear una decisión que afectase a sus intereses. Si Berlín necesitaba aliarse a otros dos grandes países para formar una minoría de bloqueo, Madrid conseguía exactamente lo mismo. En el borrador de Constitución Europea, sin embargo, cambia completamente el Tratado de Niza, antes incluso de su entrada en vigor, prevista para el próximo año. Francia se dio cuenta de que la única posibilidad de conservar su capacidad de influencia y de atar más en corto a la Europa que en el 2007 se ampliará a 27 países pasaba por actuar concertadamente con su mejor socio, Alemania, reconociéndole más poder, en tanto que también es el más poblado. El consenso que ha forjado el francés Giscard d'Estaing en el proyecto de Constitución es que al eje franco-alemán le basta una alianza con otro gran país -bien Italia o bien el Reino Unido- para bloquear cualquier decisión que no le guste. España necesitaría unirse a dos de los «grandes» y a otro «mediano» para hacer valer su poderío.

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