Moscú legitima en las urnas al nuevo gobierno sin parar la guerra
La legitimación de Ajmad Kadírov como presidente de la Chechenia rusa planteó más incógnitas que repuestas sobre el futuro de esta república y de sus relaciones con Rusia. Ayer se cumplieron todos los pronósticos en torno a las elecciones presidenciales celebradas en Chechenia: Kadírov, hasta ahora jefe de la Administración provisional impuesta por el Kremlin en Chechenia, será el presidente de esta república rusa arrasada por la guerra. La victoria de Kadírov, gracias a la coraza que le ha deparado Moscú y a la fuerza de su guardia personal, se recibió con alegría pero sin sorpresa en los clanes leales y en el centro del consorcio energético que sirvió de improvisada sede de la Comisión Electoral Chechena. Allí, su presidente, Abdul-Kerim Arsajánov, señaló que con un 77 por ciento de los votos escrutados y un apoyo del 81,1 por ciento, Kadírov está legitimado por las urnas para ser el único hombre fuerte de Chechenia. El segundo candidato más votado, Abdulá Bugáyev, antaño fiel servidor de Kadírov, apenas obtuvo el 6,2 por ciento, según esos datos preliminares. Una ciudad arrasada A pesar de las promesas de los últimos años, la reconstrucción de la capital chechena asegurada por Moscú es una más de las mentiras de esta guerra. Grozni parece una ciudad fantasma de la Segunda Guerra Mundial, cuyos colores son el blanco desconchado de las paredes maltrechas y, sobre ellas, el negro de miles de impactos de bombas, fondo salpicado por el verde camuflaje de cientos de soldados rusos apostados en sus calles. Ahora que es ya nuevo presidente, Kadírov se ve abocado también a trazar un plan de reconstrucción, pese a que la guerra continúa, y para ello deberá abordar con Moscú el reparto de competencias, sobre todo de las finanzas y el sector energético. Chechenia llegó a producir en tiempos soviéticos hasta tres millones de toneladas de petróleo, pero las guerras han devastado su red de oleoductos y refinerías, y la extracción actual de crudo se hace artesanalmente y está sometida al expolio y el contrabando. Un militar ruso destinado en Grozni fue claro como el agua: «Cuando Moscú deje de pagar a Kadírov, sus hombres se lanzarán al pillaje, y entonces tendremos que vérnoslas de nuevo con este lobo que hemos alimentado nosotros mismos».