Un hombre «soberbio»
Corría el mes de diciembre del año 2001. El primer ministro belga, Guy Verhofstadt, abandonaba el palacio real de Laeken, a las afueras de Bruselas, para anunciar a los periodistas que el ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing era la persona elegida para dirigir el debate sobre la futura Constitución Europea. Verhofstadt dejó escapar un gesto de resignación al pronunciar sus palabras y de inmediato matizó: «Pero estará muy bien rodeado». Giscard regresaba así a la primera línea política, y no faltaron las voces críticas de quienes estimaban que su edad -actualmente 77 años- era un verdadero inconveniente para lograr uno de los principales objetivos de la nueva Carta Magna: «Acercar la Unión Europea a los jóvenes». Desde entonces, la polémica siempre rodeó el trabajo del veterano político galo, pues si de algo va sobrado es de «soberbia» y de «arrogancia», al menos según la descripción que de él hacen los periodistas Nicolas Domenach y Maurice Szafran en el libro Le sacre ( El sagrado ). La mitad de la mitad A las pocas semanas, Giscard exigió tener un sueldo como el del presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, es decir, unos 20.000 euros al mes, aparte de colaboradores y un lujoso apartamento en Bruselas. Tras el escándalo, tuvo que conformarse con unas dietas de 1.000 euros por cada día de trabajo -casi la mitad de lo que pedía- y un discreto despacho situado en el edificio comunitario revestido con granito de O Porriño. El siguiente torpedo político de Giscard lo lanzó hace casi un año, cuando advirtió de que el ingreso de Turquía provocaría «el fin de la UE», entre otras cosas porque este país pasaría a tener más votos y más poder que Francia. Y desde entonces, el ex presidente no dejó de exhibir su látigo verbal, una vez para ridiculizar a Prodi, otra para criticar a los ocho líderes que firmaron una carta de apoyo a Estados Unidos, y varias para decirle a Aznar que su propuesta de Constitución era «la única posible». Y ese proyecto de Constitución europea pretende rebajar el peso político logrado por España en el Tratado de Niza, negociado para dar acomodo en la UE a diez nuevos países. Giscard pretende rebajar el peso de España al instaurar el sistema de votaciones por doble mayoría, sin revisar al alza el desgaste sufrido en la Eurocámara.